Cuba, 2005-2006 Reflexiones Desde una Visión Democristiana

La Habana, 15 de Enero de 2006.

Introducción

Un inusual, por lo cálido, domingo 1º de enero arribó a Cuba el nuevo año 2006, 48vo. de la mimética revolución socialista cubana, marcado por el signo globalizador del séptimo de la llamada Batalla de Ideas; en esta oportunidad no solo enfrentada, como es ya tradicional, al imperialismo norteamericano sino también y, sorpresivamente, contra sí misma.

Este novel frente de combate —para expresarlo en el lenguaje propio de las autoridades— está dirigido a erradicar la corrupción endémica que sufre la isla y comenzó, públicamente, en la segunda mitad del pasado 2005.

Aunque ya nuestra organización había adelantado algunas reflexiones sobre los cinco primeros meses del mismo en junio último, ahora nos proponemos resumir aquellas que, desde nuestra óptica, hayan resultado más trascendentes durante todo el periodo.

En otras oportunidades hemos organizado estas opiniones en las tres categorías sociales más generales e importantes: política, economía, y sociedad. En esta preferimos, para estar a tono con el entorno, seguir la línea conductual que caracteriza al país, en la que casi todo se entremezcla, se confunde, se improvisa, con la aparente finalidad de recrear un ambiente de renovación y épica revolucionaria de cambios hacia la modernización y el bienestar de la sociedad.

Las opiniones son nuestras, la información analizada es la ofrecida por el gobierno cubano mediante sus órganos de prensa y propaganda.

Cuba en perspectiva: una mirada desde adentro

La clave estratégica del año recién concluido continuó siendo el control absoluto. La centralización de todas las decisiones de importancia como única alternativa mostrada por las autoridades para garantizar la propia existencia de la ya casi cincuentenaria revolución. En esta dirección y como parte del enfrentamiento a la corrupción, centenares de jóvenes graduados como trabajadores sociales intervinieron las estaciones de servicio y venta de combustibles, conocidas por servicentros o CUPETs, ocupando los puestos de quiénes las operaban. La recaudación de estos centros de venta en moneda convertible rápidamente se duplicó y hasta triplicó dejando al descubierto lo que, desde hacía mucho tiempo, era un secreto a voces: el añejo y lucrativo negocio de la venta ilícita de combustible robado. Una evidencia cruda de la ineficiencia e incapacidad de la administración estatal.

Estos trabajadores sociales, nombrados también médicos del alma por el contenido de la labor para la que fueron preparados, forman parte ahora de un ejército de interventores estatales de empresas y unidades de servicio del propio estado. El estado versus el estado.

El otro ejército, el de las Fuerzas Armadas, también ha sido utilizado para intervenir y controlar las actividades portuarias, pues sucede que el problema no es sólo en la esfera de la comercialización ilegal de los combustibles sino en casi todas las áreas del comercio, la producción y los servicios.

El caso de los servicentros nos remite a otro asunto de vital importancia para el país: el tema electroenergético.

En el año 2004 comenzó una fuerte campaña de ahorro de portadores energéticos. En el 2005 continuó, para la que, entre otras acciones realizadas por este nuevo ejército de trabajadores sociales, se han estado distribuyendo desde lámparas ahorradoras hasta ollas arroceras y de presión eléctricas. En los planes se proponen ir sustituyendo antiguos equipos de refrigeración domésticos por otros de bajo consumo, así como televisores, lavadoras, ventiladores, etc., etc. De igual manera se han ido instalando por todo el archipiélago grupos electrógenos, ubicándolos en hospitales, policlínicas, acueductos, centros de producción y de servicios imprescindibles, así como de apoyo al sistema eléctrico nacional. Todo un gran programa para economizar recursos energéticos. La importancia que las autoridades confieren a este tema definió el nombre singular que se acostumbra dar a cada año desde el triunfo de la revolución; el actual fue nombrado “Año de la Revolución Energética en Cuba”.

Pero esto no es todo; comenzando por el mes de enero del presente 2006 se inició la aplicación de nuevas tarifas eléctricas en el cobro del servicio residencial, las que elevarán considerablemente la factura a los consumidores particulares. Estas no sólo duplican o triplican el costo del consumo tradicional sino que, al incrementarse progresivamente, elevan los precios del servicio desproporcionadamente en relación a los ingresos en salarios o prestaciones que recibe la población. Los modestos incrementos salariales que se realizaron durante el 2005 así como la elevación del monto de las prestaciones de la seguridad social no están, ni cercanamente, en correspondencia con el elevado coste de la vida, ahora disparado por el alza de las tarifas eléctricas. Los trabajadores reciben salarios tercermundistas frente a un mercado oficial dolarizado con precios del primer mundo.

El estado no ha hecho otra cosa que poner el interruptor de los ya legendarios apagones cubanos en las manos de la inerme población. Se vuelve un conflicto ahora utilizar un aire acondicionado o iluminar con fluidez los espacios oscuros cuando las facturas son a pagar por el sector privado. Ese confort queda, en lo sucesivo, para las facturas que van a parar al fondo estatal.

Las autoridades se empeñan en demonizar a los cuentapropistas y a los pocos productores independientes. Los confunden con los llamados nuevos ricos como lo confunden todo. El discurso economicista oficial va en la dirección de pretender que el salario sea la única fuente de ingresos de los trabajadores. Salarios que, luego de sufrir una casi general congelación durante más de cuatro décadas, nadie conoce cómo se forman y estructuran, de la misma manera que nadie puede entender cómo se forman y estructuran los precios de los productos y servicios para la red comercial, respetando las leyes del mercado solamente cuando resulta conveniente. Esto solo puede suceder, evidentemente, bajo la égida de los monopolios y oligopolios estatales.

El Producto Interno Bruto (PIB) alcanzado en el 2005 que se informó a la Asamblea Nacional del Poder Popular y que ascendió al 11,8%, según los nuevos métodos de cálculo económico elaborados en el patio, no ha tenido una correspondencia visible sustancial en la calidad de vida de la población.

La República Popular China, reconocida por las autoridades públicamente como la locomotora de la economía mundial, alcanzó en el mismo periodo el 9,8% de crecimiento.

Al parecer, al nuevo sistema de cálculo diseñado por los economistas isleños, solo faltaría bautizarlo como Producto Interno “Inteligente”.

Para tener una idea objetiva de la economía popular basta con ver a trabajadores asalariados, los que tanto promocionan las autoridades, vendiendo sus frugales meriendas para adquirir un peso convertible (CUC) que los ayude a paliar sus necesidades diarias más perentorias. O a los miles de personas que sueñan marcharse y en ocasiones, disparatadamente, se lanzan en salvajes aventuras para intentar abandonar su país.

Por esto opinamos que uno de los primeros signos de complacencia y bienestar de los cubanos será cuando la mayoría decida vivir en su patria con los suyos; cuando miles de los que se han marchado, adoloridos por dejar su tierra, puedan regresar en libertad; cuando todos podamos participar en las decisiones que competen a nuestra existencia individual y social. Porque nadie, ninguna persona ni grupo de personas, ni ningún partido político único tiene el derecho legítimo, natural o sobrenatural, de decidir por los demás como dueño de vidas y haciendas. Así de sencillo. He ahí el valor de la democracia participativa que necesitamos.

Bien que las autoridades del estado pudieran ir adelantando ese proceso de recuperación democrática comenzando por liberar las fuerzas productivas; por proteger y motivar la propiedad intelectual y particular de las personas; por estimular la creación de las microempresas familiares y las pequeñas y medianas empresas privadas; por repartir en propiedad la tierra a quiénes la trabajen; por desterrar el tradicional “no se puede”, pues la lista de estas negaciones y/o prohibiciones en nuestro país es bien larga, y tienen que ver tanto con el acceso a bienes de servicio como a bienes materiales a los cuales los cubanos estamos marginados.

Podríamos poner de ejemplo el hospedaje en instalaciones turísticas que ahora son solo para los extranjeros; la compra-venta de vehículos automotores por nacionales; el acceso a la Internet y a la telefonía celular; la adquisición de muebles y artículos para el hogar que tienen precios prohibitivos primermundistas; la adquisición de calzado y ropa de vestir; la posibilidad de recibir remesas sin que sean afectadas en un 20% de su valor o lo que es igual, la quinta parte de su monto por impuestos gubernamentales; la posibilidad de hacer turismo internacional como lo hacen los nacionales de la mayoría de los países de la comunidad mundial.

En este sentido, increíblemente, cuando un cubano es invitado por un extranjero a visitar su país hay que pagarle al estado cubano para que acepte y tramite esta invitación cuyo costo oscila alrededor de los $150,00 dólares y, posteriormente, dado el caso de que le autoricen la salida del país, algo que no siempre es posible, la estancia en el exterior también hay que pagársela al estado mensualmente.

Este tema de los “no se puede” que sufrimos los cubanos, en ocasiones violatorio de la propia Constitución vigente debiera ser estudiado y atendido por un organismo cuyo fin fuera la defensa de los derechos ciudadanos. Pero, como no se puede, bueno, no se debe ser juez y parte, el mismo debería ser de competencia de la sociedad civil real —porque sabemos que ya existe otra, la sociedad civil oficial— y el estado.

Pero regresemos a la actual Batalla de Ideas. En cuanto a estas, ¿cómo se puede realizar una lucha de ideas sin las herramientas del diálogo y la negociación? Diálogo que debe ser precedido por el reconocimiento y el respeto a las diferencias. En el 2005 continuó esta llamada Batalla mediante el monólogo y la imposición.

En la segunda mitad del año se intensificaron los actos de repudio realizados a opositores políticos pacíficos, periodistas independientes y a familiares de presos políticos y de conciencia. Sobre este asunto nuestra organización emitió un llamado a las autoridades, el 1 de septiembre pasado, instándolos a abandonar la práctica de estas acciones punitivas contra personas indefensas.

Este incremento de la represión se manifestó también, según organizaciones de derechos humanos, en un aumento de los presos políticos, de 294 en el año 2004 a 333 en el 2005, de los cuales 64 considerados presos de conciencia por Amnistía Internacional, continúan en prisión. El proceso de liberación de presos de conciencia iniciado en el año 2004 se interrumpió durante el 2005 y no se perciben señales de que vaya a ser reiniciado próximamente.

El discurso oficial continuó endureciéndose, descalificando y acusando a todos los que difieren del sistema de agentes del enemigo imperialista y de sus aliados, apátridas, mercenarios, etc. Nuevamente se maneja la figura predelictiva de peligrosidad, con la intención de ejercer presión sicológica y amedrentar a la oposición pacífica la que, en las cárceles o fuera de ellas, continúa siendo rehén de un gobierno autoritario y antidemocrático que aún no tolera a quiénes pretendan ejercer la libertad de opinión si esta le es contraria. A pesar de todo esto el año que finalizó los cubanos hemos asistido al epitafio oficial del nonato hombre nuevo, víctima de las propias contradicciones e insuficiencias del sistema imperante en Cuba.

De alguna manera la preocupación y ocupación puntual que desde el pasado año viene mostrando el gobierno por mejorar la situación vivencial de la población, es una señal de la necesidad insoslayable de transformar y cambiar el status quo existente que ya no puede ser eludido ni desconocido.

En nuestra opinión, todos estos eventos, para bien o para mal, forman parte de la lógica del contexto de la transición por la que atraviesa nuestra patria desde hace ya más de 15 años.

Pero es cierto que hay también otro supuesto modelo de transición hacia la democracia, diseñado y promovido por el gobierno norteamericano en el marco del llamado Dictamen de la Comisión de Ayuda para una Cuba Libre. El pasado diciembre, la Secretaria de Estado de los EE.UU., Srta. Condoleezza Rice, anunció que serían propuestas nuevas medidas al presidente Bush para impulsar el apoyo a esta transición el venidero mes de mayo. Esta progresiva escalada de la ya institucionalizada injerencia del gobierno estadounidense en los asuntos que son competencia de nosotros los cubanos, continúa constituyendo un freno a los procesos pacíficos de cambios en nuestra patria.

Obstinadamente, el representante norteamericano de esta institución, Sr. Caleb McCarry, declaró recientemente que no aceptarían lo que han llamado la sucesión en el gobierno cubano. Sin embargo, desde nuestra visión, la llamada sucesión puede formar parte de la transición y no tiene, para nada, que ser su antagónica. Lo que sí resulta un obstáculo para los esfuerzos pacifistas de los cubanos que hemos apostado a la transición hacia la democracia es la estrategia de confrontación del gobierno norteamericano. Esta errada política, cierra cada vez más los espacios al diálogo y a la negociación y apuesta, enajenadamente, a la beligerancia y debe ser detenida.

La comunidad mundial se manifestó en este sentido en la LX Asamblea General de las Naciones Unidas cuando, con 182 votos a favor apoyó la Resolución 59/11, «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los EE.UU. a Cuba».

Conclusiones

Todo parece indicar que el año 2005 se destacará en la historia nacional más como punto de inflexión de la sociedad cubana que como uno de los notorios en las estadísticas sobre huracanes y sequías.

Para el presente 2006 los augurios apocalípticos sobre Cuba han venido desde todas partes, como una gran conspiración contra la esperanza del pueblo de la isla. Pero los cubanos somos personas de fe y sabemos cuáles son los males que hay que exorcizar. Y no hay mejor acto de exorcismo que el pleno ejercicio de la libertad en la responsabilidad.

Todos sabemos que no puede marchar bien un país en el que se proponga colocar sistemas de control por satélite (GPS) hasta a los tractores que laboran en los campos. Ni se puede sostener basamentos ideológicos marxistas cuando los primeros proletarios cubanos, los trabajadores de la industria azucarera, han sido finalmente condenados a un tiempo muerto imperecedero por la operación Álvaro Reynoso, la cual está liquidando más de 400 años de cultura agroindustrial azucarera en Cuba.

Pero también es cierto que, a pesar de las limitaciones que implica en lo económico o en los servicios de salud a la población y de los intereses políticos en juego, la generosidad desbordada por todo el mundo de los médicos y trabajadores de la salud constituye un paradigma de los mejores sentimientos de solidaridad y amor del pueblo cubano y un ejemplo digno de reconocer. Si no, que les pregunten a todas aquellas personas que han sido beneficiadas por la Operación Milagro y han recuperado la visión, o a las que han sido víctimas de catástrofes naturales o del abandono y la pobreza y han sido sanadas, ellas pueden dar testimonio.

Un pueblo capaz de realizar semejantes proezas y sacrificios, sin lugar a dudas sabrá también avanzar por sí mismo hacia un mejor destino, verdaderamente con todos y para el bien de todos. Una Cuba en transición hacia el bien común no sólo es posible, sino impostergable.

firma

Rafael León Rodríguez
Coordinador General