Plataforma Común para un Proyecto de Nación (Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada)

La Habana, 21 de Septiembre de 1999.

INDICE

PRESENTACIÓN

Con la Plataforma Común para un Proyecto de Nación, la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada (MROM) quiere compartir una alternativa viable de cambio democrático con la sociedad cubana.

Decimos en la Mesa compartir y no ofrecer porque un año de preparación, de encuentros y controversias nos ha enseñado que nada supera el trabajo colectivo, plural y participativo cuando nos enfrascamos en una obra común.

Es este el sentido que queremos transmitir a la sociedad cubana: compartimos un mismo destino y todos tenemos el derecho y la responsabilidad de trabajar, reflexivamente, por el mejoramiento de nuestras vidas.

Nuestro itinerario se inicia precisamente en la reflexión: una reflexión autocrítica sobre qué y quiénes somos y una reflexión crítica sobre dónde estamos. Y la labor no ha sido inútil. Al menos hoy sabemos que las sinrazones del gobierno, que son muchas, no deben alimentar la arrogancia de nuestras razones, que también son muchas, ni las pretensiones que no se fundamenten en la búsqueda del saber, el conocimiento y la claridad de perspectivas.

Hemos aprendido además a ser más generosos con el otro, el diferente, a comprender sus pensamientos y a abrirnos a la interpelación que enriquece, matiza y fortalece las convicciones propias.

Y esto a través de veintiocho jornadas de reflexión y apasionamiento durante las cuales hemos intentado pensar, discutir y diseñar un proyecto abierto a la imaginación social y a las ideas anónimas, o con nombres, de todos aquellos cubanos que sientan el deber o la inquietud por la política.

Para muchos parecía difícil, si no imposible, coligar a un conjunto de organizaciones de diversos colores ideológicos, tanto en Cuba como en el exilio, en un propósito común. La experiencia, no obstante, ha derrotado el escepticismo y alimentado las expectativas de todos los que optamos por la Nación. Sin embargo, cualquiera haya sido el resultado de este esfuerzo común, nunca podría separarse de estos tres pilares: la base ética de nuestra relación, la apuesta por el trabajo institucional y la buena voluntad para convivir con nuestras diferencias.

De esta conjunción nace la Plataforma Común.

Una propuesta poco convencional, al menos en Cuba, que decide hacer un recorrido capitular, reflexivo, fundamental, a veces excesivo y puntilloso por un conjunto de zonas que ameritan una consideración detenida por su importancia para las transformaciones democráticas.

Desde su Preámbulo hasta el Esbozo para un Proyecto de Nación, el lector encontrará una fundamentación sustentada en una filosofía política que busca los cambios mediante el diálogo y el reencuentro.

Tarea ardua pero que no tiene sustitutos civilizados que faciliten el cambio democrático y que se puede lograr si todos hacemos un esfuerzo de inteligencia y de comprensión de nuestras propias circunstancias.

Es ese uno de los propósitos de esta Plataforma Común: comprender nuestras propias circunstancias para imaginar y actuar en dirección a los cambios posibles y necesarios; desde nuestros propios intereses, inquietudes y aspiraciones.

Las propuestas que encontrarán aquí, dirigidas a la acción, están hechas para que puedan ser asumidas por otros en la búsqueda de una amplia participación democrática de todas las expresiones políticas y sociales, con el deseo de comenzar un proceso gradual y pacífico hacia la democratización de la sociedad cubana.

Para quienes aspiramos a una sociedad en la que todo ser humano pueda realizarse en libertad, justicia y solidaridad y sea la persona humana centro y protagonista de una convivencia democrática, la libertad debe consistir, también, en el sano y constructivo ejercicio de la voluntad.

No otra cosa es esta Plataforma Común sino el fruto de la voluntad mancomunada de las minorías sociales y políticas.


CAPITULO I: Preámbulo

1. Desde la experiencia y desde la reflexión sólo cabe imaginar a la Transición como un fenómeno diverso, conflictivo y trascendente. Tal es su complejidad que las preferencias se inclinan más por pluralizar el concepto que por establecer un modelo único -en una época en que lo único viene siendo precisamente cuestionado por lo plural - para estudiar o para diseñar los procesos de cambio.

2. Con ella ocurre lo mismo que con el concepto de democracia; con la diferencia de que la Transición no sólo debe trabajar sobre las tradiciones de cada sociedad sino tener en cuenta las coyunturas específicas en que esa sociedad se desenvuelve.

3. Pero a fin de cuentas hablamos de Transición, lo cual equivale a afirmar que su naturaleza específica asume rasgos comunes que permiten imaginarla, además, como un fenómeno generalizable.

4. Un concepto de Transición es, desde luego, bien difícil de formular; es importante hacerlo sin embargo para quienes asumen, desde la participación, la necesidad y la posibilidad de los cambios.

5. ¿Qué entender por Transición?

6. La MROM define la Transición como un proceso gradual, pacífico, consciente y deliberado de transformaciones, de un estado a otro en la sociedad, para superar estructuras críticas que impiden expresar las demandas y necesidades a través de modelos adecuados a su naturaleza. A partir de aquí, toda Transición adquiere un carácter específico, es decir, exige sus propios estilos en correspondencia con las tradiciones, las condiciones y dinámica de los actores y las coyunturas que se plantean a la sociedad.

7. La Transición, tal y como la vemos, no implica un cambio simultáneo en todos los sectores de una sociedad sino una transformación escalonada de éstos para neutralizar sus efectos traumáticos en el nivel social y preservar el consenso en el nivel político.

8. Claro está, cuando el punto de arranque de una Transición es la sustitución hegemónica de unos actores políticos por otros, resulta relativamente sencillo transformar el resto de las estructuras e instituciones de una sociedad. El riesgo de este tipo de transiciones por imposición es casi siempre el retorno de los antiguos actores marginados en el nuevo reparto social. La pregunta que podríamos hacer en este caso, por tanto, es si la Transición social comienza, en este modelo, a través de una Transición política.

9. Sin embargo, cuando la Transición requiere una transformación en lo político es mucho más difícil reformar las instituciones sociales, si no se quiere correr el riesgo de quebrar la paz civil imprescindible para una Transición.

10. Con esto, queremos hacer una distinción entre transiciones simples y transiciones complejas. Las primeras nacen de la dominación política que logran los nuevos actores sociales; las segundas, de la incorporación de esos nuevos actores al escenario político y social.

11. Por su propia naturaleza las transiciones complejas no conllevan a un desplazamiento del pasado como fenómeno total. La complejidad del proceso sugiere, a los nuevos actores sociales, evitar una proyección totalizante sobre el pasado que amenace toda la riqueza social y cultural aprovechable, destruya la visibilidad concreta de las realidades e imposibilite la construcción del consenso mínimo con los viejos actores establecidos. El carácter pacífico de la Transición debe ser protegido de dos maneras: desde las mismas propuestas declarativas y desde la seguridad que se le ofrecen a ciertos intereses. Debe ser protegido también por el lenguaje.

12. En esta perspectiva la Transición, como paso de un estado a otro, como un viaje entre dos puntos distantes, no rompe la estabilidad de sus propios caminos. Ello significa que una Transición compleja no es ni puede ser rupturista.

13. Esta clase de transiciones sólo admite, por otro lado, dos modalidades: la reforma y el pacto. Combinadas o en una progresión sucesiva la reforma -que supone las transformaciones desde el Estado- y el pacto -que implica la incorporación de nuevos actores- expresan el modo en que se manifiesta la transformación en la política. De ahí la necesidad de acentuar el carácter consciente y deliberado de las transformaciones y de que éstas sean propuestas y llevadas adelante por actores ágiles, desprejuiciados e imaginativos, con capacidad para controlar los efectos de sus propias decisiones y que disfruten de la legitimidad y el liderazgo necesarios para procesos imprevisibles.

14. De esto se desprende que una Transición compleja debe ser ordenada exactamente, aunque no sólo, porque es imprevisible. Además, más que en los actores del poder, el énfasis debe recaer en las acciones de este poder.

15. Una Transición compleja, en la que se pretenden cambios a escala estructural e institucional, no tolera una excesiva personalización del conflicto político porque con ello se sobredimensionan los factores sicológicos y no se logran racionalizar -una manera de comunicar- los conflictos de intereses. En una Transición de este tipo estamos hablando de cambios al nivel del sistema y no fundamentalmente al nivel de los individuos. Toda Transición, sin embargo, exige un criterio de credibilidad: la incorporación y participación efectiva de nuevos y diversos actores políticos.

16. La gradualidad de las reformas es, por otra parte, otro requisito de este tipo de transiciones. Ello tiene que ver con los tiempos en que se producen o deben producirse los cambios; pero, preciso es aclararlo, gradualidad temporal no significa una cronología preestablecida para estos cambios, en la medida en que los tiempos de la Transición dependen en mucho del tempo político y social quiere decir, dependen de la dinámica y de la adaptación de los actores estratégicos del régimen.

17. Para los nuevos actores sociales y políticos que surgen por la necesidad misma de cambios, el tempo político, así visto, podría implicar un aplazamiento indefinido del inicio de transformaciones visibles y satisfactorias en términos de Transición democrática. Sin embargo, para la misma Transición, entendida gradual y pacíficamente, es muy alto el riesgo de pretender acelerar los cambios de manera confrontacional. En este sentido, el poder tiene la ventaja de iniciativa y el control de los tiempos políticos pero los nuevos sujetos tienen la posibilidad de fortalecer la cohabitación. Esto, indiscutiblemente insuficiente para las demandas políticas básicas, demuestra la capacidad de abrir espacios autónomos de participación y de alcanzar las transformaciones que son posibles de efectuar desde la sociedad civil.

18. La Transición, descrita y conceptualizada de esta forma, demanda un conjunto de condiciones; algunas bajo ámbitos controlables y otras que escapan al dominio de sus actores dinámicos.

19. La disposición comunicativa, la visibilidad y transparencia de un proyecto de cambios, el reconocimiento explícito de los adversarios, el carácter constructivo de las propuestas y la búsqueda permanente de legitimación constituyen condiciones necesarias y controlables para quienes concebimos una Transición compleja.

20. Entre aquéllas que están fuera de nuestro alcance, pero que inciden en las posibilidades mismas de la Transición se destacan las condiciones económicas y las condiciones geopolíticas.

21. En cuanto a las primeras pueden afirmarse hoy dos cosas: uno, tanto la precariedad como la relativa estabilidad económica pueden conllevar a la Transición; de donde se sigue que también pueden obstruirla y dos, una situación compleja a la que se le presentan fuertes demandas de cambios estructurales requiere las mejores posibilidades económicas para garantizar una Transición tranquila.

22. En relación con las condiciones geopolíticas es conveniente un entorno positivo que facilite la creación de escenarios transicionales por los actores realmente implicados en el conflicto.

23. Desde ambas condiciones -económicas y geopolíticas- todo lo que los sujetos de la Transición pueden hacer es, en el límite mínimo, evitar su conflictivización y, en el límite máximo, contribuir a superarlas o estabilizarlas.

24. La MROM percibe la complejidad de la situación cubana. Más compleja y contradictoria que en l989 o 1991 cuando la sintonía entre discurso político oficial y sociedad real estaba menos enturbiada y la nitidez del cambio parecía tener perfiles claros.

25. Hoy, aunque resulte paradójico, son más visibles la necesidad y las posibilidades de una Transición democrática en Cuba. En dos de las dimensiones más importantes de cualquier sociedad, la económica y la política, las prácticas del poder se van haciendo menos irracionales. La economía heroica viene siendo sustituida por la contabilidad y el gerencismo. La ideología desde el Estado empieza a aceptar de hecho la diversidad ideológica de la sociedad.

26. Estos son desarrollos interesantes que hacen más compleja la sociedad cubana y su virtual Transición a la democracia.

27. Queremos construir, desde aquí, una plataforma para buscar coincidencias con otros cubanos, dentro de nuestra natural diversidad y pluralidad, a fin de andar un camino juntos, aunando propósitos. Buscando todos los elementos necesarios para la Transición contando con la realidad actual. Creemos que es posible hallar juntos caminos para hacerla. No sólo es preciso decir qué hacer, sino el cómo hacerlo.

28. Así la Plataforma Común hará un llamado permanente a la incorporación de todas las organizaciones y personas que asuman nuestros fundamentos y respetará y tratará de lograr coincidencias con todas las expresiones cubanas a fin de actuar a favor de la democratización, el desarrollo económico, la justicia social y la soberanía nacional.


CAPITULO II: Reflexión histórica

1. Una mirada a la historia resulta necesaria para enfocar y elaborar una propuesta estratégica de cambios democráticos. No obstante, no pretendemos hacer un análisis cronológico de los sucesos del pasado; antes bien, se trata de buscar claves, variables, matices y experiencias que nos permitan analizar mejor el presente. De cualquier manera lo que somos es también resultado de nuestro pasado.

2. Y la Historia, así en mayúsculas, es el acta fundacional para ciertos pueblos. Donde el origen de un intento de Nación no puede situarse en el contrato o en el mito, la Historia aparece como el acto creador desde el cual algunos pueblos pretenden constituirse como una entidad única e irrepetible.

3. El mito, que casi siempre implica la repetición ejemplar de un acto de creación sobrehumano, reviste de sacralidad todo hecho fundacional. La Historia, sin embargo, funda por desgarramiento.

4. Cuba quiere fundarse por un desgarramiento singular. Si la América Latina se funda también desgarrada, los países que la constituyen van a surgir casi todos por derivación. Cuba, por el contrario, es casi el único territorio de este continente que intenta la experiencia de la ruptura directa con el poder colonial. Esto le va a dar un sentido de singularidad sólo comparable, en este hemisferio, con el que poseen los Estados Unidos.

5. De este modo, si aceptamos que el desarrollo de la sociedad y del individuo corren parejos y se condicionan mutuamente, tenemos que remitirnos a nuestros orígenes para poder reflexionar sobre el presente y el futuro a través del pasado. Y este pasado sólo lo podemos percibir desde el presente. En este diálogo sin fin entre pasado y presente, podemos encontrar ciertas claves que conformaron nuestra identidad como pueblo y que han predominado desde el -eufemísticamente llamado- encuentro (o desencuentro) entre dos culturas.

6. El miedo generado por la violencia de las etapas del descubrimiento, conquista y colonización, llevadas de la mano conjuntamente con la evangelización, gravaron con su impronta nuestra estrenada cultura occidental.

7. Como resultado de nuestra situación geográfica en el mar Caribe, amén de nuestra importancia estratégica como puente entre Europa y América, Cuba sufrió, entre los siglos del XVI al XVIII, la exacerbada lucha de intereses entre los reinos europeos.

8. España estableció en su vasto imperio colonial un monopolio mercantil casi total. Esto, y las frecuentes guerras que sostuvo con distintas naciones de Europa, fueron causas que motivaron la aparición del corso y la piratería.

9. Piratas, corsarios, filibusteros y bucaneros se ensañaron en nuestras costas y poblados y, por no ser menos, el reino de la Gran Bretaña ocupó La Habana en 1762; ostentando el despliegue naval más poderoso que hasta la fecha se había concentrado en estos mares. Esta situación condicionó la militarización de los gobiernos de la Isla hasta el final del coloniaje español.

10. A finales del siglo XVIII las principales contradicciones existentes entre criollos y peninsulares eran, generalmente, de carácter económico. En esos tiempos el peso fundamental de la economía del país se sustentaba en la industria azucarera -con sus plantaciones de caña de azúcar y sus esclavos desgarrados de África- y en el cultivo del tabaco.

11. De 1789 a 1791 se incrementa la entrada de esclavos. Esto posibilitó un aumento de la fuerza de trabajo y como resultado un incremento de la producción.

12. Pero con los inicios del siglo XIX comienza un movimiento político como jamás se había conocido y así empiezan a desarrollarse conspiraciones y proyectos de naturaleza política que comprendían, incluso, actividades en pro de la anexión a los Estados Unidos. En esta etapa, también, comienzan a aparecer distintos pensamientos políticos y las ideas liberales llegan a alcanzar una gran difusión en el primer cuarto de dicho siglo.

13. Cerrando el siglo XVIII e iniciando el XIX, se establecen las condiciones -que infunden las nuevas ideas de libertad inspiradas en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776 y en la Revolución Francesa de 1789- para nuestras luchas libertadoras.

14. En el Seminario San Carlos se crea la Cátedra de Constitución al frente de la cual estará el Padre Félix Varela y quien con su magisterio tuvo una notable influencia en la juventud intelectual de la época. Muchos de estos jóvenes jugarían un papel destacado en el país. Con justeza el Padre Varela ha sido catalogado como el primero que nos enseño a pensar.

15. El fracaso de los diferentes intentos subversivos y los trabajos por la anexión, no podían matar, empero, las ansias por liberarse del dominio español en Cuba. Pero se hizo necesario una tregua. El reformismo llenó el espacio que va desde los esfuerzos anexionistas hasta la guerra de 1868.

16. Precedido de varias conspiraciones e intentos por dar inicio a un proceso libertario, es en 1868 cuando comienza la más radical lucha por nuestra independencia. Y es en esta fecha en la que se inauguran tres fenómenos que van a incidir profundamente en nuestro desarrollo posterior: la idea de la independencia como proceso puro, alimentada desde sí misma y que no admite ser contaminada ni mediatizada por intereses ni rejuegos políticos; vinculado a ello, el predominio que pretende, y muchas veces logra, lo político sobre lo económico y, en último lugar, la tensión constante entre sociedad e intento de forjar la Nación.

17. 1868 irrumpe también con otro debate definitivo y decisorio: Poder Militar y Poder Republicano. Céspedes versus Guáimaro.

18. A lo largo de toda la lucha por la independencia, este debate no va a tener una solución satisfactoria en el sentido de fortalecer el espíritu republicano con el que se quiere hacer debutar a la "Nación". Su importancia radica, sin embargo, en que traduce las metas interiores de la independencia. La libertad que se quiere para Cuba es la misma que se quiere para los individuos: la libertad para regir sus propios destinos dentro de un ordenamiento jurídico que la proteja.

19. Este ideal, en el marco de una lucha independentista, es el que garantiza la igualdad de los patriotas frente a un destino común y el mismo que pone en tensión las fuerzas al interior del campo insurreccional.

20. Finalmente, 1868 nos inicia a la Política cubana con una antropología del poder que se revelará negativa en nuestra definición del autogobierno.

21. El caudillismo, el personalismo y la, aunque débil, tendencia al regionalismo no contribuirán más tarde a forjar las bases de una república vigorosa, capaz de absorber las contradicciones inevitables de nuestra inauguración en la política "propia".

22. Durante la guerra del 68 cohabitan, en otro orden de cosas, varias tendencias políticas definidas desde el hecho nacional, que ponen en tensión fuerzas y sectores diversos en un territorio relativamente pequeño.

23. En los años que sucedieron a la Paz del Zanjón -que más que paz devino una tregua dignificada por la Protesta de Baraguá y la Guerra Chiquita- se continuaron fermentando en la sociedad cubana los sentimientos libertarios, no ya desde categorías económicas sino fundamentalmente políticas. Y surge, con José Martí, la estrategia de la Guerra Necesaria "con todos y para el bien de todos".

24. En 1892, Martí proclama la fundación del Partido Revolucionario Cubano y se desarrolla la actividad de éste para llevar a cabo la nueva gesta por la libertad de Cuba. Ahora los luchadores por la libertad contaban con un programa para la patria libre. Esto faltaba en las luchas iniciadas en 1868.

25. José Martí, quien puede ser situado en la tradición del Padre Félix Varela, no tiene ni expresa intereses socio-económicos verificables. Tampoco posee nexos visibles con la clase política criolla que le ate o mediatice su ideario independentista.

26. Y con él la Nación tiene su cuerpo propio. Pero no es éste un cuerpo fundamentalmente social y económico. Más allá de los contribuyentes de la Revolución - hombres humildes de la emigración económica - y más acá de esa República ética que debía armonizar los intereses diversos de la sociedad, la Nación para Martí es un vínculo espiritual conformado por la lucha épica de todos los muertos y los vivos de las batallas pasadas y que debe ser puesta en práctica con el mejor de los espíritus republicanos.

27. Con Martí se sublima entonces el poder de la voluntad política, la Nación adquiere su mayor y mejor definición utópica y ética y la independencia se le impone a las fuerzas predominantes de la sociedad. Y esto último puede ser verificado cuando se analiza la composición sociológica del Partido Revolucionario Cubano, instrumento político del independentismo. En su interior, se pierde todo rastro de lo que podrían llamarse fuerzas vivas de la sociedad. Y el 24 de febrero de 1895 se inicia la gesta heroica de la Guerra Necesaria; organizada por el más extraordinario de los cubanos: José Martí.

28. Esta, viene desde Tampa, ha sido proyectada por el Manifiesto de Montecristi, entra a la Isla por Playitas y es llevada de territorio a territorio por el Ejercito Libertador Cubano y contra los poderes fácticos de la sociedad.

29. La invasión de Oriente a Occidente protagonizada por Máximo Gómez y Antonio Maceo no describe sólo la trayectoria de liberación del dominio español; describe además la destrucción física de los intereses de aquéllos que no comprenden la posibilidad y necesidad de la independencia esto es, de casi todos los intereses predominantes de la época.

30. El 19 de abril de 1898, las cámaras legislativas de los Estados Unidos aprobaron una Resolución Conjunta por la que se declaraba que el pueblo cubano era y de derecho debía ser libre e independiente. Por la misma ley, se autorizaba al presidente de esta Nación para imponer dicha resolución por medio de las armas.

31. En este mismo año finaliza la guerra. El Tratado de París -en el que son excluidos los cubanos- que le pone fin a ésta, traduce más el juego de intereses y de geopolítica que la aspiración realizada de un proyecto de independencia. Esto, que debió ser sicológicamente frustrante para los independentistas cubanos, impide cerrar, desde sus fundamentos, el ciclo completo de la Nación. ¿Quiénes son los sujetos del Tratado de París? España y los Estados Unidos. ¿Quién es su objeto? Cuba. Con esta relación contractual se le pone fin a un proceso que intento definirse por la Historia.

32. La ocupación de 1899 a 1902, verificó que para los cubanos la independencia nacional no se completó.

33. Cuba inaugura el Siglo XX desde la indefinición. En otras palabras. La autodefinición propuesta en el proyecto de la independencia no es lograda en el debut de la República. El proyecto de la independencia suponía dos cosas: la conformación originaria de la Nación por los cubanos y la creación endógena de la República. Ninguno de estos dos supuestos está presente en 1902. Se iza nuestra bandera, no después que es arreada la española -símbolo entonces de una victoria- sino una vez que es suprimida la norteamericana -lo que constituye el símbolo de una tutela. La República, por su parte, no es el resultado de la adecuada combinación de los elementos propios- según los textos fundacionales de Martí.

34. La Nación nace, pues, incompleta.

35. En sí misma la República, nacida a velocidad en el marco pacificador de la ocupación norteamericana, no expresa la conjunción creativa de los elementos todos de la sociedad cubana. Responde, más bien, al concepto de orden y estabilidad que era fundamental para legitimar el nuevo diseño geopolítico de esferas de influencia y para tranquilizar y potenciar intereses económicos. El doble proyecto modernizador de la independencia -Nación y República- no es, pues, resuelto en los orígenes. La Nación tutelada es el triunfo de la secular concepción reformista y autonomista de los tradicionales poderes económicos.

36. La República nace, así, heredando la estructura latifundaria en la economía y sin plantearse la posible solución de un problema que tiene mucho que ver con los fundamentos de la Nación. "El proceso del latifundio -diría Ramiro Guerra, uno de nuestros mejores historiadores - es un proceso de revisión de la obra histórica secular de creación de la sociedad y del Estado cubanos. Mina, socava, destruye en lo esencial y básico de la misma, la nacionalidad".

37. La República surge, también, sin plantear otro problema: la cuestión del negro. Trae, sin embargo, otra carga de herencias culturales negativas que, lejos de fortalecer su espíritu, debilitan las instituciones y las referencias democráticas y facilitan las intervenciones externas de adecentamiento republicano. El intento de nuestro primer presidente, Tomás Estrada Palma, de reelegirse en 1906 y su solicitud de una intervención norteamericana, bien cumplida y satisfecha, demuestran la fragilidad con la que se estrenan Nación y República.

38. Caudillismo, personalismo, estado como parcela, violencia del debate político, a lo que se irá agregando poco a poco la corrupción, están presentes en el amanecer de nuestro proyecto nacional.

39. Los grandes dilemas a definir a partir de 1902 tendrán entonces que ver con una Nación inconclusa y una República invertebrada. Ellos, van a definir los desencuentros entre política y sociedad; entre Nación e intereses.

40. Ha sido muy lamentable para todos los cubanos carecer de una cultura democrática, pues un país como el nuestro que ha tenido el privilegio de contar con hombres ejemplares en civilismo y virtud como el Padre Félix Varela, Luz y Caballero y José Martí no ha logrado, desde la fundación de la república hasta nuestros días, alcanzar una plena convivencia democrática.

41. De 1902 a 1933 tenemos, sin embargo, una etapa de eclosión de la sociedad civil y de la sociedad política. Es una etapa en la que toman cuerpo diversos partidos: liberales, conservadores y comunista.

42. La sociedad civil también se extiende. Se crea la Federación Estudiantil Universitaria obteniéndose, además, la Autonomía para la Universidad. Se fundan sociedades de mujeres, concertaciones obreras y clubes de diversa índole que agruparan intereses sociales múltiples. La prensa se multiplica y los poderes se diseminan a lo largo, ancho y profundo de la sociedad cubana. Hay un tejido social rico, diverso y aparentemente vigoroso que se mueve por debajo, por encima y no pocas veces de espalda al juego de estructuras económicas y de movidas políticas que tienen como máscara a la República y como base a la hacienda azucarera.

43. Es por otra parte, la etapa de las grandes obras públicas que dan la apariencia de modernización y que, en efecto, diversifican la unidad territorial del país -al lado del ferrocarril- contamos ahora una vía que comunica, a través de la isla, el Occidente y el Oriente del territorio cubano. A esto se suman las obras de salubridad, higienización y de prestigio como el Capitolio de la Habana.

44. El proceso de proletarización comienza a cobrar fuerza en esta etapa, con las consiguientes desigualdades sociales que reflejan la reestructuración de las clases en el marco de una modernidad frágil y sin proyecto. Pero este es el período en el que la herencia acrítica de la colonia acentúa la precariedad de la Nación y de la República.

45. En el dominio político, las instituciones republicanas abren las puertas a los hombres de la guerra. El Estado es concebido y utilizado como parcela de poder de unos generales, no precisamente victoriosos; careciéndose de un concepto integrado de Nación y de la cultura democrática necesarias que permitiera sacrificar el poder a la idea.

46. Los que fundan la República vigilada no son capaces siquiera de retomar, con el ajuste de los tiempos, el proyecto modernizador de los pensadores políticos del XIX. Archivan una tradición e inician otra en la que el caudillismo, el personalismo y la simple ventilación del poder económico perfilan el sentido de lo político.

47. Sin advertirlo o advirtiéndolo tensan los nexos entre República y Nación porque, para dirimir sus críticas disputas por el poder, se auxilian de poderes extranjeros que arbitrarán el juego y la relación de los poderes públicos. Sucede, entonces, que el espíritu republicano no enraiza en el sector directamente vinculado con la cosa pública. Tendrá que ser rescatado, con lentitud, por el sector intelectual; el más alejado por naturaleza de la sociedad llana.

48. Los que detentan el poder ponen en reiteradas ocasiones sus intereses en pugna con la Nación. Al no estar orgánicamente representada por ese poder visible ésta, como concepto, se desplaza a la sociedad civil en la cual determinados grupos la atesoran y la utilizan como un dardo contra la conciencia de aquellos sectores.

49. Para la sociedad civil, extendida como está, la Nación no se plantea, sin embargo, como una cuestión irresuelta. Como se ha organizado rápidamente en torno a intereses sociales, culturales y profesionales sus problemas tienen que ver con la forma en que se organiza el espacio público, de modo que pueda garantizarse la fluidez y coherencia de la vida social. El problema de la sociedad civil es con la República. No con sus instituciones, sino con su espíritu.

50. La actitud ante las dos primeras intervenciones es ilustrativa. No hay una respuesta global de la sociedad civil ante ellas. Es la visibilidad de algunos sectores representativos la que elevará la protesta de la Nación a un hecho político e institucional permanente.

51. Sociedad civil, sociedad política y Nación no tienen un eje central. ¿Por qué?

52. La primera etapa de la República consagra una economía monoproductora y monoexportadora que gira en torno a la producción azucarera. Los grandes latifundios, básicamente en manos norteamericanas, son los que estructuran la economía y atraviesan los intereses específicos de la clase política. La República se monta precisamente sobre esta base simple y única: una economía que no está estructurada sobre la base de sectores diversificados y sólidos que habrían posibilitado una representación diversa de los intereses en el poder.

53. Hacienda azucarera y poder forman una simbiosis que estrecha el círculo de la clase política legitimable; muy vinculada a intereses extranjeros. En este esquema, la sociedad civil pujante no tiene vínculos sólidos con el poder. Esta interacción crítica ahonda el divorcio de lo que pudiera entenderse como un proyecto de Nación, en el itinerario que va del Padre Félix Varela a José Martí. No es raro que los textos de Martí -un intelectual-político- no hayan sido compendiados y editados en Cuba sino hasta finales de la década del 20.

54. El discurso de la Nación es mantenido fundamentalmente en varios sectores: el grupo de veteranos de la independencia, que son como la reserva moral de la sociedad; un grupo de intelectuales, que van de izquierda a derecha del espectro ideológico, y la juventud sindicalista y universitaria que es la que empuja, con éxito, para impedir que al General Leonardo Wood se le concediese, en 1921, un título honorario en la Universidad de la Habana. Es ésta la que retoma el discurso de la Revolución.

55. En 1933, estalla el gobierno de Gerardo Machado. Y sucede así por una combinación de causas que van desde una terrible situación económica, asociada al crack de 1929, hasta el conato por el poder de una clase política, que quiere impedir el bloqueo a la circulación de las élites impuesto por Machado a través de una reelección constitucionalmente proscrita.

56. Este proceso tiene dificultades para ser llamado Revolución, aunque implicara a mentalidades y doctrinas revolucionarias. A este respecto cabría una pregunta: ¿qué proyecto de transformación estructural condicionó esta "Revolución" para decir, como más tarde consagró la historiografía, que fracasó?

57. En todo caso, los problemas irresueltos desde 1902 no colmaron las demandas exigidas en el 33 ni alcanzaron la presencia hegemónica que caracterizan los maximalismos revolucionarios. Por otra parte, una revolución choca con la política mediacionista de una potencia extranjera.

58. Sin embargo, 1933 fue revelador por lo que mostró y por lo que anunciaba.

59. Mostró la debilidad de todas las formaciones políticas, la pobreza del espíritu republicano, la carencia de una sólida cultura política y democrática, la violencia política de los llamados demócratas y la continuidad de los poderes económicos.

60. Anunciaba la redefinición de las formaciones políticas y de la sociedad civil -ahora hay que agregarle un tejido, que se forma con fuerza, de clases medias vinculadas al comercio y los servicios-, la preeminencia de las minorías intelectuales en el debate por la República y la mayor presencia de las minorías políticas radicales que recuperan el discurso de la Nación y reinstauran la mentalidad revolucionaria; el nacionalismo provisional en el poder -Antonio Guiteras es el ejemplo- y la nueva forma del intervencionismo norteamericano -alguien la denominó "intervención civil permanente"-. Anunciaba también la eliminación de la Enmienda Platt.

61. A pesar de todos los males señalados, que aquejaban aquella República, nuestro país vivía un proceso de fortalecimiento de la institucionalidad democrática en un ambiente de libertad política.

62. La Constituyente del 40, que puede ser calificada como una Revolución pacífico-legalista, ha sido uno de los momentos más importantes de nuestra Historia. Tanto por la constitución a la que dio origen, como porque puso de manifiesto la posibilidad de una democracia social por consenso, en la que muchos sectores encontraron representación con independencia de los bienes acumulados. Esta se proyectó con una visión ética de la democracia que comprendía y no se limitaba a su carácter procedimental.

63. Pero la Constituyente y la Constitución del 40 expresan un orificio imprevisto en la cerrada élite política, abierto por las incongruencias del proceso del 33 y las indefiniciones posteriores.

64. La mentalidad de la Constituyente fue escasamente la de las élites políticas y económicas, que intentaron reciclarse para neutralizar sus efectos de largo alcance.

65. Este período que se inicia es testigo del afianzamiento de las viejas estructuras económicas que la constitución preveía modernizar. La estructura latifundaria, asociada al capital norteamericano, se enquista, independientemente de una ligera diversificación de la tenencia de la tierra. Los nuevos poderes económicos, que alumbran una burguesía y una pequeña burguesía modernista y de proyección social, están más interesados en estabilizar sus intereses que en participar en la ética y en la estética de la República. Esto los vincula estrechamente con el exterior y escasamente con la cosa pública.

66. Aquí también vemos manifestada significativamente la corrupción política y administrativa. Junto a esto, la violencia que se desata al interior de la clase política establecida y dentro de los grupos más radicales que no participan de la circulación de las élites -sea por la naturaleza de sus demandas o por su radicalismo ético- ni de los intereses creados.

67. Es en esta etapa donde se demuestra con nitidez esa tendencia tradicional nuestra a que el ámbito de lo político se superponga al dominio de las realidades económicas.

68. Porque en efecto, esta etapa coincide con una estabilidad económica, que si bien no garantiza el bienestar de todos los sectores sociales y se concentra y verifica fundamentalmente en los espacios urbanos, permite hablar de una pujante burguesía y pequeña burguesía cubanas y de un tejido de sectores difuso que impone cierta redistribución material y social de la riqueza. En todo caso, la situación revolucionaria alimentada por la pobreza sólo justificaba una Revolución agraria y campesina.

69. Pero hay una situación de crisis que tiene que ver con el desgaste definitivo de la clase política: lo ilustran y lo expresan el Partido Ortodoxo y la Sociedad Amigos de la República (SAR). El primero es una organización político-intelectual, que trata de refundar moralmente el dominio político y la segunda es un movimiento intelectual-político, que trata de infundir moralidad y sentido republicano a las élites tradicionales.

70. El golpe de Estado de 1952 paraliza y desarticula a ambas organizaciones. Surgido como conciencia crítica de la república y de la Nación, el Partido Ortodoxo hizo resurgir un amplio movimiento social que quiere conjurar dos males: la corrupción, que está liquidando las posibilidades de la República, y el problema del latifundio, que tiene atenazada la definición estructural de la Nación. Es un partido-movimiento - muchos lo catalogaron de populista - que amenazó con estridencia los intereses y que desestabilizaba un orden de facto para darle contenido cierto a un orden de jure.

71. A la muerte de Eduardo Chibás, este partido de las no-alianzas comienza un proceso de desarticulación que le impidió jugar un papel rector en los sucesivos procesos políticos. Su desmedida apuesta por el hombre-del-cambio reflejó, en el límite, la mentalidad mesiánica de la sociedad y la fragilidad interna de un partido que había apostado fuertemente por la higienización y democratización del Estado.

72. La SAR, por su parte, había nacido desde los márgenes intelectuales con el fin de sanear el espíritu de los poderes fácticos de la política. Tenía conciencia de la endeblez republicana y tenía visión para saber que si la República no se enderezaba desde la élite tradicional podía ser cuestionada, como de hecho estaba sucediendo, desde la élite revolucionaria, donde se fundían la exigencia de sucesión generacional y los discursos desplazados del debate político: desigualdades y Nación. La SAR tenía, también, una debilidad: su visión de la República era excluyente.

73. Para 1950 los partidos políticos, ejes democratizadores del Estado, acusan una debilidad estructural que les cerraba el camino para definir las pautas políticas del futuro.

74. El golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952 es la respuesta a una situación social de orden estrictamente político. Y pone de relieve un dato que había pasado casi inadvertido en el proceso de 1933: la introducción del pronunciamiento militar en el reajuste político-civil del Estado. Hasta 1933, la violencia política es civil. Unos presidentes-patricios haciendo uso de su memoria para apuntalar sus derechos entre sí mismos y frente a la sociedad. La salida del 33 deja entrever que unos militares sin carrera pueden garantizar la continuidad del status quo. Y Batista es hecho coronel dentro del entramado indefinido, débil y difuso del espíritu republicano.

75. Después de 1933, sin embargo, la violencia es devuelta a la sociedad civil y política, donde se trata de llegar o de impedir el acceso al ámbito público y del Estado eliminando a los reales o potenciales adversarios.

76. Pero en 1952 los poderes fácticos reaccionan hacia el interior con el instrumento que fue concebido para protegerles desde el exterior: el ejército. En este sentido asistimos en 1952 a una doble liquidación. Primero, a la liquidación de la República porque los instrumentos de gobernabilidad no son ya los propios de las instituciones civiles -el ejército es ahora el mediador violento de los poderes fácticos frente a los poderes ideales- y, segundo, a la liquidación de los referentes orgánicos de la Nación porque el instituto castrense no es percibido como el protector de sus intereses globales, sino como el garante de aquellos intereses foráneos cuyo establecimiento imposibilitó cerrar el ciclo de la Nación-Estado.

77. El golpe de Estado pone frente a frente, descarnadamente, a dos élites: la élite tradicional y la élite revolucionaria. La primera nunca logró popularizar la República, de modo que su circulación interior estaba mediada muy débilmente por la soberanía del ciudadano. La segunda, se forja sobre esta debilidad, sobre la herencia inconclusa de los orígenes, como testamentaria del término Revolución -que desde 1868 tiene una fuerte carga semántica propia- y desde las contrastantes desigualdades -fundamentalmente entre los espacios urbanos y rurales- nacidas de una modernización que se hace a sí misma y no respondiendo al proyecto modernizador de unos poderes económicos integrados y con una sólida visión interior.

78. Cuando los revolucionarios del 53 asaltan el cuartel Moncada -la segunda fortaleza militar del país- se legitiman en la crisis de lo político como ámbito y de la política como mecanismo civil para regir los asuntos públicos. A la violencia atada de los poderes fácticos responden con la violencia desatada de los poderes ideales. La relación que se establece es la de la pura fuerza. Los unos para impedir la apertura de la política a las nuevas élites y los otros para sustituir las bases estructurales, no necesariamente institucionales, sobre las que se erigía y circulaba una clase política alejada del sentido republicano.

79. En 1955 el golpe de Estado triunfante quiere restituir la República por su base nominal. Reinstala la Constitución del 40 respondiendo a las exigencias de una sociedad civil que todavía mostraba su vigor. Pero no completa su gesto republicano volviendo a los cuarteles; pretende, por el contrario, jugar a las libertades públicas restituyéndole el espacio a quienes hicieron uso de los mismos mecanismos antes utilizados para monopolizar el Estado.

80. Detrás de la República se establece entonces una circularidad de la violencia de la que son testigos las calles, la universidad, el campo y los cuarteles.

81. La crisis que se manifiesta en los 50 es atípica. Es una crisis política cumulativa en la que el dominio de lo político estalla por sí mismo. Ello quiere decir que estos desajustes no responden exactamente a una crisis en el dominio económico. Lejos de una debilidad, la economía de este período muestra una expansión y un vigor de la que no disfrutaban muchas economías europeas de la época. La burguesía y la pequeña burguesía cubanas gozaban de un esplendor estable, lo mismo las clases medias vinculadas al sector de los servicios y un conjunto no despreciable de obreros sindicados. Las desigualdades, desde luego, estaban ahí para demostrar que la riqueza, cualquiera que fuese su volumen real, no era bien redistribuida, y los espacios rurales eran la muestra clara de la ausencia de un proyecto modernizador coherente que diese unicidad sociológica al país desde sus propias capacidades económicas reveladas.

82. Pero estos mismos hechos demuestran que las inestabilidades estructurales y las indefiniciones orgánicas de una cultura pueden desplazar los avances y las potencialidades de cualquier sociedad.

83. Para la década del 50 hay tres problemas de origen que no están resueltos y que han recargado el debate político: los sujetos políticos de la Nación, los sujetos nacionales de la propiedad y los sujetos culturales de la democracia.

84. Sobre estos tres problemas funda su legitimidad la Revolución de 1959. Nación, economía política -no en un sentido clásico, sino nacionalista- y contrato posible de gobernabilidad hacen del 59 nuestro segundo acontecimiento originario. El primero lo serían las guerras de independencia.

85. Como acontecimiento originario, la Revolución del 59 completa el ciclo político de la Nación en dos sentidos fundamentales. En primer lugar, nacionaliza a los sujetos políticos. En sus inicios quienes definen y deciden los asuntos públicos son exclusivamente los cubanos. El concepto de incapacidad para el autogobierno tantas veces esgrimido para tutelar la República es deslegitimado a un costo bien alto, privilegiando el concepto de soberanía hacia el exterior. En segundo lugar, nacionaliza a los sujetos económicos, pretendiendo estructurarlos desde adentro y hacia adentro. Los intereses que no respondan a esta dimensión son eliminados con independencia de todo criterio de derecho.

86. Este doble completamiento destruye a la sociedad civil en su contenido más global. Espacios públicos diversificados y con intereses corporativos y profesionales, no responden cabalmente a un proyecto orgánico como el de Nación que quiere reajustarse frente a sus adversarios. Tampoco, sectores económicos cuyos intereses están imbricados con la potencia que es percibida como enemiga de la Nación por constituir. De este modo, la burguesía nativa, más cubana que nacionalista, es atrapada por este recambio violento y completamente destruida por el otro sentido de la Revolución del 59: su sentido social.

87. El proceso de reajustes sociales y definición nacional es descrito por la cronología de sucesos que van de 1959 a 1976. Provisionalidad institucional del poder; carácter marxista-leninista del proceso; eliminación celular de la sociedad civil; estatización corporativa de la economía, acompañada de medidas sociales y económicas positivas y exclusión de la diferencia caracterizan, entre otros, un acontecimiento originario que derivó en la desarticulación total del ámbito de lo político y en la consiguiente clausura del debate democrático, entendido en términos occidentales, que no supimos asimilar en su sentido básico y fundamental.

88. En lo adelante, Cuba se debatirá en las tensiones de una Nación que pretende completarse negativamente y por exclusión, de una economía que recicla fórmulas diversas siguiendo las pautas de un Estado ideologizado, de un contrato social crítico que no logra rebasar unos niveles primarios de satisfacción y de un pacto político histórico que no asimila su propia temporalidad y los cambios sociológicos y culturales de la sociedad cubana.

89. 1989 alumbrará estas tensiones con una nitidez de alta resolución que hace de la Transición cubana -compleja por razones de coyuntura y tradición- una necesidad inesquivable para todos los cubanos.

90. ¿Por qué la Transición desde la Revolución? Es necesario una reflexión retrospectiva desde este mismo concepto.

91. Situados en 1999, podríamos intentar el balance de un proceso contradictorio en el que los resultados no corresponden plenamente a las expectativas abiertas y creadas con la Revolución de 1959. La tentación de cuestionar entonces su necesidad, parece plantearse cuando se describe su itinerario y cuando las realidades se interponen, ambiguamente, con su proyecto de origen.

92. Sin embargo, la Revolución era necesaria por dos razones fundamentales: porque las estructuras de la sociedad anterior estaban en desacuerdo con las exigencias económicas, sociales y políticas de esa misma sociedad y porque la sicología política de las élites había heredado un concepto cargado de referencias casi míticas, concebido como la fórmula resolutiva de nuestros problemas.

93. Pero su violencia no era compatible con su necesidad; fue más bien el pronunciamiento de un modo casi natural de dirimir nuestros asuntos públicos, que encontró justificación en la clausura del debate político civil ocasionado por el golpe a la institucionalidad democrática.

94. La principal motivación de los luchadores contra el régimen de Fulgencio Batista era, supuestamente, restaurar el orden democrático, poner fin a la corrupción política y darle solución a males sociales irresueltos. Aquella no era una lucha contra un poder extranjero como en el 68 y el 95. Era una guerra de liberación contra un poder nacional antidemocrático y autoritario.

95. Es bajo ese signo que se produce el triunfo del 1ro. de enero de 1959 que contó con un casi unánime apoyo dentro del país.

96. Se ponía con ello fin a medio siglo de existencia de una República en la que no se había enraizado una cultura democrática. No obstante, ya existía un proceso de asimilación de las virtudes cívicas y del respeto por los valores y las instituciones en el seno de la sociedad. Esto lo podemos ver cuando comprobamos el apoyo dado al triunfo contra Batista en amplios y diversos sectores de la sociedad.

97. Pero a partir de 1959, el programa de la Revolución es atrapado por su método. Una combinación de factores lo pueden explicar.

98. Los intereses económicos que se afectaron, más la alianza precipitada con la antigua Unión Soviética y la configuración cada vez más evidente de un sistema socialista - concebido en occidente en aquellos años de plena guerra fría como el paradigma de lo antidemocrático- fueron contribuyendo a que las relaciones con nuestro vecino del norte se hicieran cada vez más hostiles.

99. Un gobierno comunista en el continente americano era percibido por Estados Unidos como una amenaza. La Crisis de Octubre y la historia del continente latinoamericano en lo adelante demostrarían que los hechos y el orden socio-político en Cuba tendrían connotaciones más allá de sus costas. Y esas connotaciones, ha quedado también sobradamente demostrado, fueron mucho más que referenciales. La hostilidad práctica de los Estados Unidos y el intento de universalizar un fenómeno de raíces muy particulares dimensionó el carácter político de este proceso, por encima de sus propuestas democráticas, sociales y económicas.

100. Múltiples medidas económicas y sociales fueron tomadas de manera radical por el poder recién estrenado; y comenzaron las afectaciones a los intereses de las clases privilegiadas las cuales iniciaron un creciente éxodo, fundamentalmente hacia los Estados Unidos.

101. Pero las leyes de reforma agraria, medidas económicas positivas y necesarias, son absorbidas rápidamente por una lógica política extraña a su naturaleza y que derrama al Estado en el interior de su estructura. La nacionalización, que estaba prevista en el ordenamiento jurídico de 1940, es atravesada también por esta lógica. Ella, no es el objeto de un litigio que pueda resolverse contractualmente sino el nutriente que alimenta la radicalidad hostil entre un proceso histórico popularizado y una potencia extranjera.

102. En todo el trayecto que va de 1959 a 1965 se observa el proceso contradictorio de una Revolución que se consolida con su propio método, al tiempo que ejecuta un programa social exigente: las referidas leyes de reforma agraria, la alfabetización, la entrega de viviendas y la explosión cultural coinciden con una guerra civil focalizada, la invasión de Girón, la Crisis de Octubre, la expulsión del gobierno cubano de la OEA y la militarización de la sociedad cubana. También se inicia en este período uno de los fenómenos que más ha desgarrado a nuestro país: la emigración por oleadas de un número cada vez más creciente de compatriotas, insatisfechos con la situación socio-política que viene atravesando Cuba.

103. Tres momentos históricos deben ser destacados: 1965, 1980 y 1994. Los tres, reflejo de una crisis social, expresan la crítica puntual y el agotamiento de los nacionalismos ideológicos y excluyentes.

104. Ya desde el período que transcurre de 1959 a 1961 la Revolución que había triunfado para librar al país de un régimen de facto va deslizándose, en medio del apoyo acrítico de la mayoría del pueblo, hacia la eliminación de un orden socio-político que se había establecido en el país después de 1902. Dentro de este proceso, del que sólo la élite revolucionaria controla su lógica, se produce el cambio de señales del nuevo poder: ahora, estamos hablando de 1961, la Revolución pasa de ser nacional-democrática a socialista.

105. En este sentido la Revolución Cubana es doblemente singular: su nuevo carácter no es resultado de un manifiesto público de origen, sino del aprovechamiento de una coyuntura que le permite redefinirse; por otra parte, no es su socialismo quien readapta su nacionalismo sino su nacionalismo quien domina su socialismo. Y es desde el nacionalismo desde donde el hecho otorga nombre al proceso.

106. Para entonces, muchos de los que participaron activamente en la lucha antibatistiana se han apartado de la Revolución. La realidad política que se instauraba no correspondía con los objetivos por los cuales lucharon. ¿Era aquella la consumación del programa del Moncada?

107. La totalización del Estado que comienza a describirse a partir de 1965 no está inscrita ni escrita en el manifiesto de la Revolución, sino en la combinación de circunstancias - sicológicas, sociológicas, culturales y externas- y de expectativas que posibilitan que una élite desborde a su propio proyecto originario. De 1959 a 1965, no existió el escenario de reposo para colocar a la nueva élite frente a su propio discurso fundacional. Por el contrario, ésta pudo afincarse en la hostilidad externa como constructor de la soberanía y completador de la Nación.

108. No es posible comprender el proceso sin este referente: si las intervenciones militares de principios de siglo resultaron molestas para un nacionalismo difuso, que por un efecto acumulativo y una concientización en marcha llegó a alcanzar perfiles claros, si la "intervención civil permanente" desdibujó críticamente la soberanía de la Nación en la mayor parte del período que va de 1933 a 1958, el intento de deshacer un acontecimiento porque este haya hecho un recambio explícito en su legitimidad ideológica, tendría que chocar con su legitimidad originaria.

109. Una idea orgánica como la de Nación no tolera lo que un intelectual y político como Manuel Márquez Sterling denominó "injerencia extraña". Ella explicará, en buena medida, a la Revolución de 1959 y el golpe consiguiente a una modernización que es globalmente percibida como un proceso exterior a los propósitos originarios de la independencia.

110. En este contexto puede y debe entenderse un hecho que va a marcar nuestro proceso posterior: el deslizamiento hacia la órbita política y económica que representaba la antigua Unión Soviética.

111. A partir de 1968 se desata una ofensiva que estará teñida de dos colores: un color revolucionario de superficie, que habla de defender a la Revolución de sus enemigos, y un color ideológico de base, que compensa mentalmente la desaparición de la sociedad civil y su red insustituible de servicios.

112. La Totalización del Estado se transfiere a la sociedad desde 1970. No en forma institucionalizada, sino movilizativa. La zafra azucarera de ese año anuncia, en forma entusiasta y popular, el modelo socioeconómico que regirá a Cuba en las décadas posteriores.

113. Pero el esquema del socialismo real en Cuba combinará la racionalidad económica de un proyecto ideológico marxista-leninista, con la economía heroico-entusiasta de la participación desregulada e irregular de la sociedad, en una modernización de estilo soviético. Esto pondrá en tensión el proyecto planificador del Estado con la economía popular del gobierno, y explicará la precariedad endémica de nuestra economía cuando se enfrenta a la desaparición del bloque Este-europeo.

114. El proyecto totalitario de la sociedad -iniciado desde mucho antes- se completa en las demás esferas. Desde la prensa hasta los espacios de autorganización civil y pública; desde la escuela hasta el orden diferenciado y espontáneo de la familia -con su correspondiente estructura moral y ética-, todo comienza a ser atravesado por una concepción totalizante que va vaciando y marginando las zonas íntimas y privadas de la sociedad. En rigor, sociedad y Estado se confunden para no dejar lugar a ninguna lógica independiente. Rota así la base occidental de nuestras instituciones, desaparecen del discurso y de la práctica política toda noción de respeto a los derechos humanos.

115. La institucionalización republicana de 1976 no crea un Estado de derecho por un contrato entre la sociedad y el Estado. Sólo viene a concretar, desde las instituciones, un pacto histórico entre los que se habían galvanizado en torno a la Revolución. Por eso, en 1976, se somete a referéndum la organicidad y organización del Estado pero no la existencia y preeminencia de un Partido Unico.

116. Ello permite la fusión del Partido con el Estado y abisma aún más la distancia entre quienes deciden y quienes ejecutan las decisiones políticas fundamentales. Nuestro ciudadano sólo puede reproducir pero no reestructurar el poder.

117. En lo adelante, la sociedad cubana se desplaza, con altos y bajos, dentro de este esquema. En él, desarrollará programas sociales importantes que tienen que ver fundamentalmente con la educación -una educación ideologizada que no deja espacio a un verdadero laicismo- y con la salud, y que permitieron forjar los altos niveles de instrucción profesional con los que cuenta nuestro país.

118. Pero en 1989, asistimos a la liquidación del socialismo real. Desaparecen con él los soportes económicos que habían sido fruto de una alineación ideológica, y la legitimidad de un modelo de organización social y política que fue incapaz de demostrarse a sí mismo sus criterios de viabilidad.

119. A partir de 1989, y más aún desde 1991, el país vive un proceso crítico de deterioro económico-social, dado por el derrumbe del campo socialista y la desaparición de la URSS; con quienes el país mantenía el 85% de su intercambio comercial. El nivel de vida de la población descendió ostensiblemente, comienzan a manifestarse fenómenos como la prostitución y el desempleo, crece la corrupción y todo ello va enrareciendo un ambiente social que se percibía estable.

120. El ámbito político no queda exento de esta crisis. Muchos de los valores que el esquema ideológico había promovido durante estos años desaparecen. Se hace más acentuado y generalizado el afán de emigrar en amplios sectores de la población. El descontento deja de ser velado y comienza a manifestarse a escala popular, pero no en términos de exigir cambios políticos. Los cubanos ahora no se atreverán a demandar el fin del sistema político, no obstante lo descalificarán no tan solapadamente.

121. Se abre para Cuba, necesariamente y desde aquí, la era de una modernización democratizadora -históricamente pendiente- cuya dificultad y posibilidad ponen de relieve el mismo enroque político de los tiempos iniciales: la necesidad de una apertura en dirección al sustrato pluralista de la sociedad cubana y la urgencia de un pacto social renovado.

122. Sin embargo, para los que buscamos el establecimiento definitivo de un Estado Nacional de Derecho, es imprescindible detenerse en lo que sigue: el completamiento del proyecto de Nación frente al exterior destruyó la legitimidad y la posibilidad, cualesquiera éstas hayan sido, de la institucionalidad democrática en la sociedad cubana. En la exacta medida en que aquélla naturalizó su posibilidad desvirtuando la soberanía, democracia y Nación aparecieron como dos categorías extrañas a sí mismas.

123. Restituir la legitimidad y la posibilidad de la democracia pasa, precisamente, por asumir la Nación en la zona cubanamente sensible de la soberanía. Ello supone colocarla en el mismo nivel de prioridades que para nosotros tiene la democratización, de modo que sea posible disolver la tensión conceptualmente artificial entre Nación y democracia.

124. Desde aquí, es importante marcar distancia pública con la injerencia y con todos los criterios tutelares que alimenten la percepción de que los esfuerzos democratizadores en la sociedad cubana tienen un sello exterior. Completar la Nación hacia el interior - equivalente de la democratización y posibilidad única del Estado Nacional de Derecho - nos exige potenciar el completamiento exterior de la Nación, es decir, defender la soberanía nacional como marco comunitario de los diversos actores sociales y políticos internos.

125. En ello han de jugar un papel esencial los Sujetos estratégicos de la virtual Transición cubana.


CAPITULO III: Sujetos de la transición

1. Para precisar los Sujetos de la Transición es necesario volver al concepto que habíamos definido en el Preámbulo. Allí, entendíamos la Transición " como un proceso gradual, pacífico, consciente y deliberado de transformaciones, de un estado a otro en la sociedad, para superar estructuras críticas que impiden expresar las demandas y necesidades a través de modelos adecuados a su naturaleza".

2. También, conceptualizamos las transiciones en simples y complejas, en correspondencia con la participación de los actores o sujetos en el proceso.

3. Una Transición compleja, como ésta que nos ocupa, para que sea realmente viable, necesita no sólo de la participación de nuevos actores en el escenario político y social, sino del reconocimiento de éstos por los actores tradicionales en el poder, para consensuar una nueva dinámica de renovación democrática, tanto desde las estructuras del Estado, como desde la sociedad civil.

4. En el reconocimiento de esta sociedad civil y en el reconocimiento de los derechos y libertades individuales, radica el éxito de cualquier tentativa de cambio pacífico.

5. El desarrollo de este éxito se produce cuando los actores comprenden la lucha que existe entre las fuerzas del cambio y las fuerzas del inmovilismo. No sólo tiene que reconocerse la presencia de esas fuerzas, sino también identificarse y relacionarse entre sí en una situación concreta. De ahí la importancia del diálogo social entre todos los factores de la sociedad cubana.

6. Nuestra sociedad, como todas, está en situación constante de relativa tensión; sometida a dos tipos de fuerza: las que tratan de promover los cambios y las que se afanan por conservar el status quo.

7. En el nuevo esquema postotalitario del Gobierno cubano, persiste una actitud fundamentalista que defiende el inmovilismo. Este régimen no puede permitir, por definición, diferencias importantes de opinión; en cambio, la democracia no existe, mientras no se reconozcan públicamente las divergencias. Estas dos formas son lógicamente incompatibles y no pueden conciliarse. Este sistema en Cuba tiene su apoyo real y basa su continuismo en la utilización de militares en la mayoría de las esferas de la sociedad.

8. En una cita genial, Gandhi planteó que: "ningún país gobernado por un ejército, aunque sea el propio, puede considerarse moralmente libre".

9. Es por esto que se hace imprescindible la existencia legitimada de la sociedad civil dentro de Cuba como premisa esencial de los cambios pacíficos.

10. En el entorno de esta sociedad civil emergente, estarían las organizaciones políticas opositoras pacíficas, las organizaciones defensoras de los derechos humanos, la Iglesia Católica, las Iglesias Protestantes y otras denominaciones religiosas, así como asociaciones e instituciones alternativas como son: los sindicatos independientes, las asociaciones profesionales, la prensa alternativa, los trabajadores por cuenta propia, los intelectuales y otros sectores representativos de la civilidad social.

11. Todos estos sujetos, asumiendo la necesidad y la posibilidad de la Transición, participarían deliberadamente en el proceso. Pero para que este proceso se verifique en un marco de confianza y de paz social, deben participar, necesariamente:

Ÿ El Gobierno Cubano.
Ÿ La oposición pacífica.
Ÿ El exilio cubano.

12. El gobierno Cubano, evidentemente, por tener el control total de la sociedad a través de las instituciones del Estado, y por la responsabilidad histórica que le corresponde en la solución de la crisis actual.

13. La oposición pacífica, por ser la iniciadora de las propuestas de Transición y constituir una reserva ético-moral de los sentimientos democratizadores dentro de Cuba.

14. El exilio cubano, porque forma parte indisoluble de la Nación cubana y posee, además, una importante experiencia acumulada que podría potenciar y dinamizar este proceso de modernización, renovación y reconciliación nacional.

15. Estos tres conjuntos conforman los sujetos primarios de la Transición. En la actualidad podemos hablar en Cuba de un contexto en Transición que, desbordando el discurso explícito de las autoridades, viene transformando la realidad económica, social y política del país en alguna medida. En este sentido, la realidad está implicando una evolución.

16. Visto desde la realidad, el contexto en Transición es un proceso global que atrapa a la mayoría de los sectores sociales y que les permite expresar, no siempre en forma explícita, sus intereses, aspiraciones y necesidades. Así, en la Cuba de hoy, la categoría Pueblo no tiene más contenido que el de indicar una pertenencia cultural e histórica a un modo específico de ser. En el presente, no hay otra forma de aproximación a la realidad sociológica que no sea a través de la especificidad de las categorías sociales.

17. En el campo socioeconómico están presentes estas categorías sociales, que pueden representar a determinados agentes inconscientes de cambio:

18. La neo-burguesía formada alrededor de sectores económicos vinculados primordialmente a capitales extranjeros. Forjada al interior de la nomenklatura política, esta categoría es visible en sectores como el turismo, la industria informática y de comunicaciones y determinadas empresas comercializadoras; es menos visible en industrias menores como la electrónica y la industria ligera. Ella, estaría más interesada en continuar la modernización que en revertir un proceso altamente favorable.

19. La burocracia ministerial de aquellos sectores también vinculados con las inversiones extranjeras. Aquí, el proceso de modernización burocrática y el nexo con el exterior ha creado mejores condiciones y permitido una racionalización, a partir del saber y la capacidad, que es no sólo beneficiosa sino atractiva para los implicados.

20. La capa gerencial -ya el mismo concepto significa un cambio en la mentalidad- muy asociada a formas de administración occidental y con intereses muy específicos en el bienestar y en su mundo privado. Para ella, la Transición es un hecho práctico y verificable, no teórico.

21. La pequeña empresa individual embrionaria, dentro de la que debemos contar al llamado Trabajo por Cuenta Propia y a los campesinos privados. Estos podrían ser catalogados como nuevos actores socioeconómicos. Los campesinos privados, porque contando sólo con menos del 15% de la tierra cultivable en el país, participan significativamente en el mercado agropecuario cubano. Los llamados Trabajadores por Cuenta Propia porque, aún con las innumerables restricciones y los altos impuestos a los que están sometidos por el Estado, han venido creando una importante red que ofrece servicios cualitativamente superiores a la red de servicios estatales. En sí mismos, estos sectores demandan una profundización en las transformaciones que les permita participar con más eficacia, garantía y prosperidad en el proceso económico.

22. Otros sectores vinculados a la agricultura. Se destacan principalmente aquellos relacionados con el tabaco, el café y el cacao. Su dinamismo actual tiene mucho que ver con los estímulos propios del mercado y con formas de organización y gestión más autónomas. Asocian su suerte, pues, a los intereses y a la modernización. Lo mismo sucede con las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) que, sin embargo, han visto paralizadas las transformaciones necesarias en dirección a una mayor autogestión y a criterios más participativos.

23. Las Fuerzas armadas, que se insertan en la vida civil y económica iniciando formas de gestión y de producción menos ortodoxas. Y esto es importante para la modernización por dos razones: primero porque abre las posibilidades de reconversión civil de los militares y segundo, porque racionaliza y profesionaliza un sector sobredimensionado ajustándolo a las capacidades reales de la economía.

24. Los trabajadores del sector estatal. Los más afectados por una modernización incompleta que los fragmenta según sus empresas participen o no de la inversión extranjera. Si bien un proceso acelerado de modernización podría llevar a un desempleo masivo, la modernización incompleta está segregando espacios agudos de desigualdad y diferenciación tecnológica que daña la capacidad de muchos trabajadores para participar del bienestar, cualquiera sea su magnitud real, y de la economía. El interés de los trabajadores en la profundización de las transformaciones económicas sería doble: por un lado reduciría la brecha entre los que participan y no participan de la modernización, por otro lado, obtendrían directamente el fruto de su trabajo con el consiguiente bienestar para sus familias.

25. Segmentos de la población asociados a la economía informal. Ellos expresan las formas económicas primarias de la sociedad civil.

26. El sector intelectual y profesional. Ambos participan del saber y la producción de conocimientos e ideas y en ambos, la necesidad y las demandas de modernización están presentes. La crisis visible en estos dos sectores es patente y se manifiesta de dos maneras: una crisis de crecimiento que busca acceso a la pluralidad, multiplicidad y diversidad del saber y una crisis de identidad que conlleva al abandono de las profesiones que no reportan beneficios materiales o satisfacción intelectual. Aquellos que han encontrado un vínculo permanente con el exterior, no logran, o logran con evidente dificultad, articular su vida en un espacio intelectualmente diverso o profesionalmente útil. Ello explica el creciente éxodo de las mentes hacia lugares más promisorios. Para estos sectores, la Transición es una necesidad misma del conocimiento y sus posibilidades de expresión.

27. La juventud. La que mejor expresa las demandas y necesidades de la modernización desde el punto de vista generacional. Su crisis genérica de valores debe ser interpretada también como una crisis de inadaptabilidad a ciertos valores sin contenido o cuyo contenido ha sido desvirtuado por los mayores. Independientemente de su ideología o de las ideologías, la juventud busca incorporarse al mundo; de ahí que alimente, en primer lugar, la cultura de la fuga y del consumo y la ruptura con los valores. No siempre para bien de la vida social.

28. La determinación específica de los sujetos sociales es definible. Que sean vistos a través del prisma de la Transición no resulta de la aspiración de llenar sociológicamente "el vacío" de unas propuestas marginales de cambio, sino del papel y la dinámica que cada una de estas categorías viene jugando en la sociedad cubana del presente. La diversidad de espacios e intereses que de este modo se vienen creando, indican una mutación irreversible en el tejido social.

29. Sin embargo, es evidente que no toda la sociedad está interesada en los cambios. Resultaría poco serio pretender atrapar procesos complejos desde conceptos totales. Pero resulta evidente también que al interior de todos los sujetos estratégicos de la sociedad existe un movimiento de Transición hacia la modernidad y la modernización. En congruencia con este movimiento de Transición, se requiere que la voluntad política se encuentre con la voluntad y acción sociales de modo de garantizar una Transición Tranquila.


CAPITULO IV: Vías para la Transición

1. ¿Por qué es necesaria la Transición?

2. A la Nación cubana le es imprescindible que en breve plazo sean encaminados los pasos que nos conduzcan a la Transición.

3. La actual situación presenta un clima económico, político y social que se ha tornado complejo; creando una incertidumbre que a nada ni a nadie puede favorecer.

4. Este clima, probablemente seguirá siendo crítico sino se encamina una solución positiva y estructural a la situación socioeconómica, la corrupción generalizada, la desesperanza, la profusión constante de delitos para paliar la subsistencia y la inseguridad potencial que supone para muchas familias cubanas su dependencia económica del exterior.

5. Ya no existe el llamado socialismo real; tampoco existen en Cuba una economía de mercado ni el conjunto garantizado de libertades individuales, que son imprescindibles para la prosperidad de los pueblos y los individuos. Ello nos coloca en desventaja con el mundo en desarrollo, independientemente de las potencialidades u otras seguridades con que cuenta la Nación.

6. Esto hace de la Transición una necesidad histórica. Si en Cuba fueron necesarias la Guerra de los 10 Años, la Guerra organizada por José Martí e iniciada el 24 de febrero de 1895, la Constituyente de 1940 y la Revolución que triunfó el 1ro. de enero de 1959; se hace hoy imprescindible un proceso de democratización que, a través de una Transición Pactada, nos abra gradualmente las puertas a una modernización integral.

7. Las necesidades de nuestra sociedad así lo exigen. Lo exige también la globalización con sus dos procesos más dinámicos: democracia y economía de mercado. Cada día que perdamos para el inicio de estos procesos, es un día ganado para la desesperanza.

8. Transición Pactada significa, en principio, corresponsabilidad. Todos sin excepción tenemos una cuota de responsabilidad en nuestros destinos actuales. La frustración y la nostalgia no son posturas políticas e intelectuales serias, a la hora de abordar un proyecto de transformaciones. Habernos equivocado es un dato profundo, que se inscribe en nuestro propio estreno como república en 1902.

9. La filosofía de los que proponemos dicha Transición puede resumirse en una frase: no traemos debajo del brazo el látigo de la crítica, traemos el pan de la posible solución.

10. Sin embargo, nadie puede expresarla mejor que José Martí cuando escribió:

11. "Las causas no necesitan solamente razón; necesitan razón y cortesía, derecho y mesura... La urbanidad en la forma no excluye la vehemencia en las convicciones... Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene de razonado consejo... El gobierno es el decoro, y la Patria no debe tener enemigos en sus propios hijos. Si el gobierno yerra, se le advierte, se le indica el error, se le señala el remedio, se le razona y se le explica..."

12. De esa filosofía parte la Transición Pactada. Su adopción debe entenderse como una opción preferencial por las posturas maduras y civilizadas para la solución de los conflictos, cualquiera sea su naturaleza. Al mismo tiempo, como una fórmula incluyente alejada de las filosofías violentas que demandan la cabeza física o política de los adversarios.

13. Sin embargo, tanto en el ámbito mundial como local este tipo de Transición es posible. Los fundamentalismos, generalmente, continúan siendo elementos dinámicos del discurso político pero no de la realidad. Traducen más la voluntad del poder, que los hechos sociales.

14. Por eso es que observamos, en algunos escenarios, la cohabitación de los discursos doctrinales rígidos y las reformas -a veces tímidas, otras más audaces- que tratan de reacomodar la vida económica y social a los procesos mundiales.

15. Ciertos actos o medidas puntuales y coyunturales, en ausencia de un programa concreto y de una voluntad política de cambio, viene creando un virtual contexto en Transición. Esto escapa a los diseños de reacomodo, pues en sí mismo resultan en la práctica muy difíciles de ser revertidos por los poderes políticos dominantes.

16. Medidas económicas liberalizadoras, cierta tolerancia hacia el adversario y permisibilidad social con la diferencia constituyen fenómenos, dentro de ese contexto en Transición, que crean el terreno involuntario para una Transición global. Dicho contexto puede ser ilustrado en Cuba con la visita pastoral de S.S. Juan Pablo II. Ella no sólo demostró que la diversidad ha estado siempre presente en los cubanos, sino que esa misma diversidad hace irrelevante la fusión entre Partido Único y Estado; entre Patria, Revolución y Socialismo.

17. Una Transición Global en Cuba, que supone una Transición por pacto, tiene sus propias características. Como todas las transiciones, la cubana parte de realidades sui generis.

18. La insularidad de Cuba, su posición estratégica y su cercanía a los Estados Unidos; el hecho de que el liderazgo actual sea el mismo que inició la Revolución, sin que haya dado muestras de voluntad de cambios, la adopción por ese mismo liderazgo de una ideología que no estaba escrita en los textos originales de esa misma Revolución y la existencia de un exilio numeroso, patriótico, económicamente sólido y con fuertes aspiraciones políticas complejizan el escenario cubano.

19. Lo complejizan, por otro lado, tres fenómenos. En primer lugar, Cuba es quizá el único país donde se empieza a hablar de Transición sin que se hayan producido cambios fundamentales en las estructuras del sistema. En este sentido, cuando se piensa en Cuba, la Transición se imagina comparándola con los procesos en sociedades totalitarias anteriores.

20. En segundo lugar, si Europa del Este fue "sorprendida" por la Transición, Cuba está "preparada" para ella. En otras palabras. La distancia temporal es una variable que afecta el tipo de Transición a producirse por el hecho de que la clase política en plaza, que aún conserva el poder, sabe a dónde puede conducir la "clásica" Transición del socialismo a la democracia.

21. Y, en tercer lugar, la mayoría de los actores del espacio político alternativo que apuestan por la Transición, tanto intelectuales como "hacedores" del proceso, han "tropezado" -en los azares del debate político cubano- con esta metodología; ausente para los predominantes estilos tradicionales de concebir el cambio político en Cuba. Lejos de su búsqueda sistemática, el concepto de Transición nos asalta por imperativo de los tiempos.

22. Todo lo anterior aconseja que se actúe con el mayor grado de responsabilidad y gradualidad; por supuesto, desde el respeto a todos los que de forma pacífica luchan por alcanzar una solución a la problemática nacional.

23. ¿Qué debemos entender por Transición Pactada?

24. Un proceso eslabonado que implica el contexto creado por las tímidas reformas y comprende el diálogo incondicional, la negociación pactada y los pactos resultantes de estas negociaciones.

25. El diálogo amplio como eslabón que da paso a la negociación. Ésta, como instrumento concreto que busca un acuerdo. Desde luego, para un diálogo incondicional sería deseable, positivo y favorable que las autoridades continuarán la liberación, también incondicional, de prisioneros políticos; así como que vigorizaran los climas de tolerancia en el marco de la legislación vigente.

26. De este modo el diálogo, que concebimos como intercambio positivo y respetuoso de mutuo reconocimiento e identificación, entre los sujetos estratégicos del cambio, para crear ambientes de negociación, permitiría concentrar el debate en cuestiones estrictamente positivas.

27. La negociación pactada implica que la discusión, sobre temas concretos objetos de virtuales acuerdos, tendrá por base una serie de conceptos: Nación, soberanía, no-injerencia, gradualidad de los cambios y reconocimiento y respeto integral de los derechos humanos.

28. Los pactos, comprenden los acuerdos específicos que resulten de la negociación entre los sujetos políticos y sociales de la Transición.

29. Dos circunstancias han de tomarse en cuenta para todo este proceso:

30. La legitimación y legitimidad reconocida de todos los virtuales sujetos de la Transición Pactada.

31. El carácter complejo de la situación que demanda soluciones internas multilaterales y consensuadas. Ello significa que las soluciones sostenibles para los problemas actuales requiere de múltiples y diversos actores. Tanto por una razón de derecho como por una razón de eficacia.

32. Este proceso demanda, además, un nuevo lenguaje político. La ausencia de intercambio entre adversarios históricos, condicionó el lenguaje de la incomunicación. A su vez, la preeminencia de este lenguaje ha imposibilitado la comunicación, que las circunstancias exigen, para construir los puentes de tránsito posibles y necesarios.

33. Cuba cuenta con condiciones favorables para ello: un alto nivel de instrucción y preparación de nuestros ciudadanos, un sólido carácter emprendedor como lo demuestran los cubanos tanto dentro como fuera de Cuba, un sentido profundo de solidaridad; una rica y diversa raíz cultural, una ausencia de serios conflictos étnicos y un deseo inmenso de reconciliación nacional.


CAPITULO V: Política y sociedad: una propuesta para el despegue de la Transición desde la sociedad política

1. Cuba constituye hoy un escenario plural. Plural es, también, la visión de los diferentes sujetos y agentes de cambio que se debaten y participan de este escenario, así como de quienes se acercan a él desde distintas partes del mundo.

2. Puede decirse entonces que Cuba ya no es la sociedad monolítica que unos pretendían que fuera, ni tampoco la sociedad abierta que otros quisieran que sea.

3. Esta indefinición la traduce, en términos políticos, el postotalitarismo: una situación en la que los discursos, las estructuras y la voluntad originarios del régimen no son plenamente satisfechos por las realidades, pero donde éstas no encuentran modelos visibles que la representen.

4. Cuba viene así cambiando demasiado para aquellos que desean lo contrario, y escasamente para los que buscamos, desde las necesidades y desde nuestros valores, que nuestro país asuma con coherencia los cambios producidos en el mundo.

5. Semejante situación no puede generar una percepción común. Según sean la mentalidad, la filosofía y la información de los diversos observadores y actores, Cuba es una sociedad comunista o socialista; una sociedad totalitaria o autoritaria; un país democrático o antidemocrático; una dictadura cordial o un espacio premoderno de estilo sultanístico y popular o un territorio plural y fascinante del Caribe.

6. Este desacuerdo en las definiciones refleja, en términos de convivencia, la crisis de salida de una política y de entrada a otra política. De salida para los defensores del actual modelo que, no adaptándose y resistiéndose a los cambios necesarios, utilizan para su causa el único vocabulario políticamente prestigioso de estos tiempos -democracia y derechos humanos-. De entrada para los que, proponiendo transformaciones profundas, no encuentran, desde sus ideales, una participación satisfactoria en la vida nacional.

7. En esta crisis de salida y de entrada se observa un hecho interesante: tanto los que salen como los que entran comparten, aún expresando contenidos y realidades distintos, conceptos básicos comunes. Algo que es crucial para los intercambios políticos.

8. Pero el desacuerdo en las definiciones de esos conceptos básicos revela algo más importante: la ya histórica desigualdad de fuerzas entre los diversos y plurales sujetos de la realidad política cubana.

9. Una realidad como la nuestra, en la que el vocabulario político no es homogéneo y los actores son diversos, muestra que la hegemonía es resultado de una relación desigual de poder y no de un consenso social libre y público; ampliamente otorgado y aceptado. Y una hegemonía que se fortalece de esta manera, ahonda más la desigual relación de fuerzas entre los diversos sujetos.

10. Con esta desigual relación de poder, hemos pretendido construir, por casi cuarenta años, proyectos de cambio hegemónicos y totales en y para Cuba; con los resultados ya conocidos. Y esto, desde el Discurso de la Confrontación. Ello ha provocado que la mayoría de nuestras políticas alternativas hayan carecido del realismo necesario para conectarse socialmente, y para crear escenarios viables de transformación.

11. Si, como hemos afirmado casi por tradición, el pueblo cubano está contra el régimen, es importante explicar por qué no hemos podido poner en práctica propuestas de cambio que contarían con unas mayorías efectivas. Y si el miedo es un dato razonable, habría que explicar entonces por qué no hemos articulado proyectos asumibles por una sociedad temerosa.

12. El Discurso de la Confrontación, hasta el presente, no ha tenido el éxito esperado. No sólo porque se enfrenta al poder inmenso del régimen, sino por cuatro razones vitales: primero, no plantea soluciones al problema raigal de la Nación; segundo, al emplear discursos duros y simplificadores limita su alcance y su capacidad para captar los matices de la realidad cubana. Diez años después de la caída festiva del Muro de Berlín es casi suicida pretender que en Cuba nada ha cambiado; tercero, siendo el pueblo cubano socialmente progresista, está, en términos políticos, dominado por la cultura del miedo y, cuarto, la solución de un conflicto, desde sus fundamentos, no pasa por la confrontación; pasa por el reconocimiento, el diálogo y la negociación entre las partes. Es por eso que la filosofía del diálogo no nace de la impotencia o de las coyunturas adversas, sino de una concepción raigal y de largo alcance.

13. Podría pensarse que el Discurso del Diálogo está llamado a fracasar. Sin embargo, las circunstancias no han sido propicias para que una filosofía dialogante se establezca como alternativa visible. Por un lado, los discursos confrontacionales han sido mayoritarios dentro de la comunidad disidente y opositora. El debate visible se ha dado, de este modo, entre discursos duros que obstruyen la difícil creación de escenarios racionales para la transformación política. Por otro lado, las posturas de diálogo no han gozado de prestigio político y cultural en los círculos alternativos predominantes. Finalmente, dialogar se ha entendido muchas veces como la manera pacífica de sustitución hegemónica y despedida civilizada del poder actual, cuando en rigor dialogar significa un proceso de intercambios y concesiones mutuas.

14. Pero no han de medirse el fracaso o el éxito de ambas concepciones por su capacidad para sentar o rendir a las autoridades políticas del régimen. Entendemos su éxito o su fracaso por su capacidad para alcanzar, crear y estabilizar escenarios positivos y alternativos dentro de la sociedad cubana.

15. En este sentido son los promotores de ambientes constructivos y de diálogo, tanto dentro como fuera de Cuba, los que básicamente han logrado nuevos y difíciles peldaños en la escala pro-democrática y de derechos humanos.

16. Si la estabilidad es una condición necesaria para preparar los espacios alternativos en dirección a la transformación democrática, aquélla ha estado del lado de las posturas de diálogo, no de confrontación. Y esta estabilidad es imprescindible, para garantizar que la comunidad nacional e internacional nos valide más como sujetos de alternativas políticas que como objetos de derechos humanos.

17. La situación presente de Cuba parece avalar nuestra hipótesis. Un ambiente de cierta tolerancia y permisibilidad, de determinado reconocimiento a alternativas culturales y religiosas, de evidente retroceso en los diseños irracionales de represión -aún cuando han podido observarse regresos puntuales- ha sido fruto de esa filosofía que privilegia el diálogo crítico y la aproximación constructiva a la realidad cubana.

18. Estos hechos -que vienen creando climas más favorables para ulteriores pasos y transformaciones más visibles que exigen plantearse ya en un ámbito constitucional e institucional- demuestran que el toma y daca es la concepción más razonable y de dimensiones más humanas, en tanto reduce la virulencia y el dramatismo del debate político y obtiene ganancias para el aquí y el ahora de los seres humanos.

19. Nada hay más cercano a la filosofía de la desesperanza, que rechazar el mejoramiento posible de nuestras vidas y de nuestros ambientes políticos a cambio de las promesas inciertas y atemporales de un cambio súbito y total. Nunca es más posible el diálogo, sobretodo si este es constructivo, cuando los adversarios aceptan la imposibilidad de la mutua destrucción.

20. Desde estas realidades y desde la filosofía que la anima, la MROM considera que deben seguir profundizándose y estabilizándose los ambientes de tolerancia hacia los movimientos y manifestaciones de alternativas pacíficas.

21. Como ha venido argumentándose a todo lo largo de nuestras reflexiones, la idea básica que sustenta las propuestas de la MROM es el logro de una Transición gradual, pacífica y ordenada hacia la democracia. Estamos convencidos de que Cuba no puede seguir siendo la excepción inmovilista en América latina y uno de los últimos reductos del totalitarismo a escala mundial.

22. Somos conscientes, también, de la total falta de voluntad de las autoridades para hacer las necesarias transformaciones democráticas. Pero la realidad con la que se enfrenta la Nación es una: aferrarse al esquema postotalitario actual y continuar negándose a avanzar acorde con el mundo que hoy se va configurando -donde la libertad política, social y económica son imprescindibles- sería condenar a nuestro pueblo a la marginalidad y a las penurias; con un gran peligro para la integridad nacional.

23. Creemos que la sensatez puede superar la ausencia de voluntad política. Precisamente, la solución más viable al problema cubano está en que el gobierno asuma esta sensatez y la responsabilidad ante los problemas del país, poniendo en primer lugar los intereses de la Nación. Para ello pueden y deben fortalecerse los ambientes necesarios de consenso político y social. Tomando esto en cuenta hacemos las siguientes consideraciones:

24. En manos del gobierno está que, de forma inmediata, y sin que implique un cambio institucional, se fortalezcan los climas de tolerancia; suprimiendo todo acto de represión cubierto o incubierto por actividades políticas pacíficas y otorgándole su pleno sentido a todas las garantías procesales, como el hábeas corpus, establecidas para el tratamiento a detenidos, así como reconociendo el status de preso político. Esto mejoraría sensiblemente la situación dentro del país, y ayudaría a evitar que continúe enrareciéndose la paz social.

25. La actual legislación vigente brinda cierto margen para que puedan existir asociaciones de diferente tipo. El gobierno podría y debería respetar esas mismas leyes; dando un margen mayor a la creación de una sociedad civil independiente. La gran mayoría de las organizaciones independientes en Cuba han solicitado, oficialmente, su registro en el marco de la Ley de Asociaciones sin que hayan recibido respuesta alguna por parte de las autoridades.

26. Además de justo, es primordial que sean puestos en libertad todos aquellos que se encuentran sufriendo prisión por motivos de conciencia y que se revisen las restantes causas por motivos políticos. Resultaría incoherente eliminar la represión, con la permanencia en las cárceles de ciudadanos por esos mismos motivos.

27. Es posible y necesario encaminar los primeros pasos en dirección a un diálogo nacional. En este sentido podrían establecerse contactos y encuentros de la comunidad civil y política emergentes con autoridades e instituciones oficiales. Esto iría creando el clima adecuado para una necesaria y posible negociación entre todos los factores implicados en la problemática cubana, (gobierno, oposición interna, exilio) encaminado a pactar una auténtica Transición a la democracia.

28. En consecuencia hacemos, en la dirección de propiciar mejores ambientes políticos, las propuestas siguientes:

I- Eliminación de toda forma de represión y hostigamiento, sea de forma cubierta o encubierta, hacia la comunidad política y civil alternativa que pacíficamente trabaja por promover cambios. Ello implica por supuesto a los disidentes y opositores y a sus familiares.

II- Sobreseimiento de todas las causas pendientes por motivos políticos, siempre que hayan implicado actos pacíficos, o de conciencia.

III- Reconsideración de todos los casos de disidentes u opositores que hayan sido expulsados de sus centros laborales y estudiantiles, por motivos políticos o de conciencia, para su ulterior reinserción.

IV- Dar continuidad al proceso de liberación incondicional de prisioneros políticos y de conciencia que se viene verificando desde el segundo semestre del año 1997. Dicho proceso, como se ha revelado, resulta beneficioso para toda la sociedad.

29. Estos pasos, algunos inmediatamente verificables y otros sólo observables en el tiempo, fortalecerían los climas de confianza y credibilidad -en tanto podrían ser interpretados como un reconocimiento de facto a la comunidad civil y política alternativa- para implementar otros pasos y medidas que crearían y conducirían a los ambientes de Diálogo Incondicional.

30. Serían estos:

  • Activar la Ley No 54 de Asociaciones para aquellos movimientos u organizaciones alternativos virtualmente acreditables, y que hasta la fecha no han recibido respuesta a su solicitud de reconocimiento legal de acuerdo a la legislación vigente. En tal sentido deben crearse las condiciones pertinentes para la libre actuación de los sindicatos independientes.
  • Ajustar los actos políticos y administrativos de las oficinas, dependencias, autoridades y funcionarios del Estado a la legislación vigente.
  • Poner en práctica mecanismos de contacto, que propicien un intercambio institucional entre los organismos oficiales y alternativos, para construir escenarios de diálogo y mutua identificación. Ello podría lograrse a través de una Mesa de Contacto o cualquier otro instrumento social o político ajustable a estos propósitos.

31. Sin lugar a dudas todas estas medidas podrían ser revertidas. Para su aplicación se requieren, por tanto, garantías institucionales y constitucionales que vayan estableciendo las bases de un nuevo contrato social, y que disuelvan los obstáculos jurídicos que se interponen a ella. En este sentido habría que reconsiderar, dada su obsolesencia, la reserva legal que recoge el Artículo 62 de la vigente Constitución.

32. En el plano social serían muy beneficiosas ciertas medidas que mejorarían, no sólo el clima político, sino la situación existencial de todos los cubanos.

33. En tal sentido, proponemos las siguientes medidas iniciales:

34. Permitir la diversificación de la cobertura social. Esto significa crear los mecanismos para que un conjunto de instituciones no gubernamentales puedan contribuir, junto al Estado, en la asistencia a los más necesitados en cuestiones tales como la vivienda, el vestido, las medicinas y los alimentos.

35. Flexibilizar los mecanismos de movilidad social tanto internos como externos (regulaciones para la entrada y salida del país), eliminando en unos casos y reduciendo en otros los requisitos que dificultan y hacen engorrosos e injustos los trámites para este tipo de evento.

36. Autorizar la creación de asociaciones de beneficio social, para lo que habría condiciones a partir de los Trabajadores por Cuenta Propia y otros sectores sociales que obtienen ingresos relativamente importantes. Ello ayudaría a fomentar obras sociales comunitarias.

37. Eliminar las restricciones administrativas, anticonstitucionales, que prohiben el acceso de los nacionales a centros públicos.

38. Reevaluar, en virtud del carácter laico del Estado y del eminente carácter social de los aportes a la creación, manutención y desarrollo de las instituciones públicas, las consideraciones político-ideológicas que condicionan y dificultan el acceso de jóvenes y adultos a los centros públicos de enseñanza universitaria e impiden la pluralidad en la enseñanza. En este mismo sentido es necesario buscar soluciones razonables y prácticas para afrontar el grado de deserción y malestar en relación con la enseñanza preuniversitaria, que ocasionan los internados obligatorios en el campo.

39. Permitir los medios alternativos de comunicación social y dar mayor posibilidad de circulación a los ya existentes.

40. Eliminar la discriminación en el empleo por motivos políticos, sociales, de sexo u orientación sexual, raciales y religiosos.

41. Eliminar las restricciones a la compraventa de vehículos, inmuebles o bienes raíces a los ciudadanos cubanos.

42. Avanzar este u otro conjunto de medidas, sustentadas en el criterio de que serían pasos iniciales necesarios para alcanzar una sociedad democrática y libre, beneficiaría la convivencia social y política de la sociedad cubana y estaría en conexión con las necesidades de nuestro país. También, con la concepción gradualista que asume y defiende la MROM, para fortalecer los escenarios positivos que permitan una Transición Tranquila hacia ese estado de plenitud democrática.


CAPITULO VI: Economía: una propuesta para el despegue de la Transición desde la sociedad civil

1. La Propuesta de la MROM comienza por una constatación obvia: la importancia que tiene la economía no sólo para la salud de una sociedad y de sus individuos, sino para garantizar la estabilidad de una Nación y la fluidez de su vida social y política.

2. La época moderna ha colocado en primer lugar la necesidad que tienen las sociedades de satisfacer, con un criterio sistemático y sostenible, las demandas de alimentación, vivienda, vestido, salud, educación y comunicación que son imprescindibles como soporte natural de la especie humana y para facilitar la realización positiva de otros valores humanos que no son reducibles a la vida material.

3. El eje de la vida económica ha sido uno de los fundamentales, si no el fundamental, para definir y concretar la modernización. Las cuestiones puntuales que exigían una respuesta concreta en los albores de la modernidad eran las de cómo y quiénes iban a resolver el dilema de garantizar las necesidades básicas de amplios sectores, que esa misma modernidad colocaba visiblemente en el espacio público, y sobre la base de un conjunto de derechos naturales o adquiridos.

4. El por qué y el para qué de la modernidad ya no admitían dudas. La desacralización del mundo, con sus dos fuertes demandas de igualdad y participación, desacreditaba cualquier protesta aristocrática de justificar los privilegios y la economía venía a demostrar que, en ausencia o en presencia de Dios, los hombres podían ser iguales si combinaban acertadamente trabajo, organización, recursos, capacidad e inteligencia, riqueza y distribución.

5. La modernidad se estructura y se divide, precisamente, en torno a este dilema.

6. El llamado socialismo real, fruto genuino de esa modernidad, quiso ser una respuesta a ese dilema. El intento de planificación total de la economía, de centralización y control de todos sus procesos, de aniquilar o desvirtuar el mercado y de deslegitimar la propiedad privada era un proyecto modernizador que pretendía garantizar, aceleradamente, las mismas metas, demandas y exigencias de la modernidad.

7. El economista Schumpeter había dicho, más o menos, que la diferencia entre feudalismo y capitalismo era que mientras el primero sólo producía medias para las reinas de Gran Bretaña, el segundo estaba en capacidad de producir esas mismas medias para las obreras.

8. El socialismo real quiso y dijo que iba a producir medias de mejor calidad para las obreras, que las iba a distribuir igualitariamente entre todas y que, además, lo realizaría sin explotación.

9. Desde este criterio, muchos han argumentado que el socialismo real incurrió en un error irrecuperable: definirse en los mismos términos que el mundo que decía superar.

10. En cualquier caso, la persistencia de esos términos fue la que permitió hace mucho tiempo llegar a una segunda constatación obvia: el socialismo real como modelo económico alternativo de modernización fracasó.

11. Para Cuba este fracaso es una tercera obviedad. Y ello ha venido a demostrarlo el prolijo cúmulo de estudios sobre la economía cubana que, desde diversos ángulos y con diferentes énfasis y matices, viene a ahorrarnos el inventario teórico y fáctico de dicho fracaso. También, la praxis social.

12. Esto, por supuesto, no nos lleva, en una suerte de arcaísmo totalitario, a negar la existencia en Cuba de un determinado avance, respecto a 1959, en ciertos sectores industriales y el desarrollo de lo que los economistas llaman, con evidente criterio utilitarista, capital humano. Capital humano que se descapitaliza de manera acelerada.

13. En lo que constituye una conciencia real de la inviabilidad del modelo, las autoridades cubanas han dejado atrás todo intento de regular el proceso económico según sus esquemas. Dos hechos lo demuestran: la ausencia de un programa quinquenal a la vieja usanza planificadora y la ausencia de un proyecto coherente para asumir la crisis de reestructuración de la economía. Todo ello viene siendo visible desde que en 1993 se establecen las primeras medidas liberalizadoras.

14. ¿ Qué tenemos hoy en Cuba? La coexistencia de esquemas distintos de organización económica. Hagamos un inventario: propiedad y posesión estatales, economía individual, propiedad y posesión cooperativa, propiedad y posesión mixtas, propiedad privada titular, no plenamente jurídica, de la tierra, pequeña empresa individual atenazada (léase cuentapropismo); todas atravesadas por lógicas distintas y no conectadas entre sí por una estructura homogénea de mercado que permita la plena racionalización del espacio económico.

15. Esto podría asemejarse a una diversificación de la posesión, no exactamente de la propiedad, sino fuera por el hecho de la presencia directa o difusa del Estado, por la ausencia de un reconocimiento jurídico y de una liberalización de la fuerza de trabajo y por la falta de apertura del mercado a una serie de bienes y servicios. Pero al mismo tiempo todo esto demuestra una virtual y posible retirada del Estado como actor de diversos espacios económicos, así como la falta de coherencia del discurso económico.

16. Por otra parte, se pretende resolver en la esfera de la circulación lo que es propio de la producción. Con una política arbitraria de precios y no de estímulos sistemáticos a la producción intenta el gobierno sanear los excesos de liquidez. Esto ha ocasionado la reconcentración del dinero en pocas manos y una recesión del escaso mercado interno.

17. Según Monreal y Carranza en "los retos del desarrollo en Cuba: realidades, mitos y conceptos", la revitalización del crecimiento económico registrado en el período 94-98 sólo permitió recuperar la tercera parte del producto perdido entre el 90-93; la utilización de la capacidad industrial instalada se estimaba en el 98 en niveles inferiores a los del 89, mientras que la inversión no había desempeñado un papel significativo. La desaceleración de la reanimación económica, apenas en el cuarto año de crecimiento (97), reveló nuevamente las limitaciones de esta economía al margen de una transformación profunda.

18. Sin embargo, los crecimientos macroeconómicos de las últimas etapas, siempre en cifras oficiales, están definitivamente asociados a sectores estratégicos implicados en medidas de tendencia relativamente liberalizadoras, en comparación, por supuesto, con el inmovilismo que paraliza a no pocos sectores estatales. Algunas zonas de la agricultura - café, cacao y tabaco- funcionan ya hoy con dinámicas distintas, no sólo respecto a otras zonas de la agricultura sino en relación con el grueso de la planta industrial del país. El repunte del último año, en el deteriorado sector azucarero, refleja como un área estratégica -estratégica mientras otras potencialidades de la economía cubana no se desplieguen- puede renacer si empieza a divorciarse de esquemas productivos y organizativos obsoletos. Estos son sectores que, no obstante, repiten los modelos asiáticos de producciones completamente orientados al mercado exterior o al mercado prohibitivo.

19. En sentido general, empero, la agricultura no avanza decididamente, hacia el desplazamiento del latifundio. La entrega de tierras en usufructo es un proceso lento atenazado por las limitaciones que impone el Estado. El despegue de la agricultura, fundamental para darle soporte a otros procesos económicos, continúa por tanto detenido en la lógica experimental y política de un poder que no se decide a cerrar el expediente de un proyecto agotado. Y esto se produce frente a la evidencia de que casi el 80% de la producción agrícola se obtiene, al margen de cualquier consideración de rentabilidad, dentro de esquemas organizativos que reformulan parcialmente las concepciones estatistas.

20. Este proceso, que introduce elementos ajenos al diseño económico originario, se viene dando también en ciertas industrias revitalizadas para responder a la lógica del mercado. Sectores dentro de las industrias ligera, de hidrocarburos, minera y electrónica participan y responden en el mercado por su viabilidad, lo que ha supuesto una reestructuración interna y la aplicación de criterios empresariales de tipo netamente occidental. El turismo, una industria que renace agresivamente, es el sector de excelencia de esta nueva dimensión económica.

21. La significación sociológica de este nuevo fenómeno es de suma importancia. La creación de espacios monopólicos, o en todo caso de monopolios segmentados, ha conllevado a la reconversión burguesa de la nomenklatura, nacida del poder político, y a una redefinición del proletariado: en la base está el obrero tradicional, le sigue el trabajador de Cuello Blanco y por encima una capa de gerentes que mantiene una relación técnica, no estrictamente política, con sus subordinados. Ello es nuevo dentro de la estructura social cubana.

22. La relación clientelar, con su secuela de corrupción y de compadrazgo, es otro resultado del monopolio y de su simbiosis con el poder político; fenómeno que se enquista en el marco de una política inversionista discrecional que alimenta a la cultura del favor como forma de licitación política.

23. La pequeña empresa individual, impropiamente llamada Trabajo por Cuenta Propia, es otro dato interesante, presente dentro de un paisaje económico ambiguo, que reestructura a la sociedad cubana como embrión de una sociedad civil y de una capa social independiente vinculada a los servicios, y que vive conjuntamente con unas clases medias creadas en el mundo del arte y el deporte y al interior de profesiones gerenciales e informatizadas.

24. Completan este mapa sociológico los segmentos mayoritarios vinculados a sectores obsoletos de la industria, la agricultura, los servicios y la burocracia. Distribuidos por todo el país pero concentrados fundamentalmente en las zonas rurales, estos segmentos son como "el tercio excluible" de una modernización crítica y costosa que se define de manera lenta y autolimitada.

25. Así entendemos, precisamente, el Perfeccionamiento Empresarial.

26. Una de las reformas en la estructura y la gestión de las empresas cubanas, el Perfeccionamiento Empresarial introduce algunas medidas positivas que tienden a dinamizar el sector industrial y de servicios buscando eficiencia y competitividad.

27. El propósito descentralizador, cierta liberalización del comercio exterior y de la capacidad de decisión, el autofinanciamiento y la posibilidad de asociarse directamente con capital extranjero, la autonomía para elegir la fuerza de trabajo y la estimulación directa al trabajador en dependencia de sus aportes o capacidad para crear utilidades son, entre otras, medidas interesantes que van en la dirección de relanzar la industria y los servicios y de desarrollar y perfilar el potencial humano.

28. La posibilidad de que los trabajadores firmen convenios colectivos de trabajo y una carta de idoneidad aparentemente desideologizada, viene a completar ciertos cambios importantes dentro del proceso económico que deben ser mirados de cerca.

29. Sin embargo, persisten algunas limitaciones que podrían estar dando al traste con el éxito de este Perfeccionamiento Empresarial.

30. El Estado como definidor de las políticas globales de las empresas, la obligatoriedad de remitir las utilidades a los organismos superiores -en detrimento de una fiscalidad sobre dichas utilidades-, la continuada política de estimulación indirecta al trabajador como forma de participación en las ganancias, la persistencia de los criterios políticos para determinar la idoneidad del trabajador y, por último, la ausencia de una estructura de mercado abierta, visible y homogénea que regule los precios atentan contra la descentralización, muchas veces contra la autonomía y otras tantas contra la competitividad, la real medición de la eficiencia, el estímulo sostenido al trabajador y la real liberalización de la fuerza de trabajo.

31. En este sentido, las limitaciones presentes en este proceso técnico de "avanzada" reflejan el intento de modernizar sin perder el control del proceso económico y las indefiniciones de la economía en general.

32. Indefiniciones porque ciertamente conviven en Cuba espacios económicos inconexos y fragmentados, dentro de una lógica de control que demuestran la incapacidad del Estado para efectuar una retirada útil de zonas económicas donde su presencia no es reclamable, y su incapacidad para retroalimentarse coherentemente de procesos que le han permitido sobrevivir. Con alto costo para su propio discurso, pero con ganancias insospechadas para su permanencia.

33. El mercado racionado -con precios subvencionados por el Estado-, el mercado de la economía dolarizada -que es desigual en cuanto a los puntos de partida, pero igualitario en tanto pone a todos en igualdad de acceso a productos situados con anterioridad en la zona de los privilegios-, el mercado de compromisos, que implica el intercambio en especie de favores y servicios por compromisos adquiridos, y el puro mercado negro conviven en un país donde oficialmente no se reconoce la hegemonía de las leyes del libre mercado. Esto genera un conjunto de contradicciones que ponen en evidencia los peligros a los que se aboca una sociedad cuando las instituciones de derecho se niegan a reconocer las realidades de hecho.

34. Cuba no vive su crisis de reestructuración con coherencia. Tampoco vive de acuerdo con la propia profundidad de su crisis económica.

35. En el primer caso, los crecimientos macroeconómicos chocan con los desequilibrios de la balanza comercial y de la balanza de pagos. Ello se agrava por el impacto real del embargo en cuanto al encarecimiento de las compras cubanas y por la ausencia de contribución de los organismos financieros internacionales. Las necesidades de inversión de la economía cubana, no son plenamente cubiertas por los inversionistas extranjeros y los préstamos se encarecen por los altos intereses que se le imponen a una economía considerada como de riesgo.

36. En el segundo caso, una combinación de economía informal y de remesas genera un bienestar segmentado, bien por encima de la capacidad productiva real de la Nación.

37. A esto contribuyen también las partidas sociales: si, según estimados de organismos especializados de la ONU, el Producto Interno Bruto (PIB)per cápita de Cuba en 1998 se situó a 1 mil 250 USD, ciertamente lejos de Haití (800 USD) y lejano detrás de otros países del Caribe (3.000 USD en República Dominicana y 8. 000 USD en Trinidad y Tobago), de hecho y según la norma "la paridad del poder de compra" que sostiene la ONU, el PIB per cápita pasaría a dos mil novecientos dólares por causa de un sostenimiento en cantidad de servicios facturados en pesos que tiene la población tales como la educación y la salud, mientras que la República Dominicana conservaría el mismo nivel de PIB por habitante en razón de tener una economía dolarizada.

38. La pregunta sería si la Nación cubana puede sostener, a largo plazo, una erogación semejante que no encuentre respuestas productivas sostenibles.

39. Por su parte y en materia de empleo, las cifras oficiales declaran un 5% de personas sin empleo -el concepto de desempleo no se reconoce-. Sin embargo, la mayor parte de los observadores extranjeros evalúan en 25% de la población la proporción de los no activos y cerca del 35% el número de desempleados en la capital. Estos datos deben ser matizados, no obstante, por la existencia de un sector informal, tolerado más que estimulado, y que a pesar de un control incrementado por parte de las autoridades, representaría cerca del 15% del mercado de trabajo.

40. Nuestra economía reclama una reestructuración profunda. Las bases de un proceso semejante están echadas. Si las reformas iniciadas en 1994 fueron detenidas o lentificadas en 1998, su posibilidad institucional y teórica continua abierta. Los últimos hechos no publicitados revelan ciertos movimientos en la agricultura que si bien no alcanzan la categoría de reformas, reflejan la conciencia política de que el estancamiento es perjudicial para los destinos de la Nación.

41. En cualquier caso, el proceso múltiple de mundialización, que es como se dice en español, no deja muchas opciones a los que aplican la lógica de la espera en economía. Y tanto la mundialización como la crisis de reestructuración de nuestra economía revelan que las autoridades cubanas, por sí solas, son incapaces de dar respuestas a los retos actuales.

42. Como no pocas veces ha sucedido en la ciencia, la mundialización supone un cambio radical en los modelos económicos.

43. La nueva pregunta que se nos plantea a nosotros los cubanos es: ¿cómo, volviendo al lenguaje común, montarnos al tren cada vez más acelerado de la globalización?.

44. La globalización, imperativo insoslayable de esta nueva época, es un reto que debemos asumir con mentalidad positiva por sus enormes ventajas, y con cautela ante sus ciertos peligros.

45. Las posibilidades de rápida comunicación, de una información directa, precisa y veloz, de transferencia tecnológica e inversión de capitales, de complementariedad económica y de reducción en los costos y precios de determinadas mercancías, al participar de una economía global vía regionalización, son beneficios que muy bien pueden aprovechar las ventajas comparativas que ofrece nuestra economía.

46. Sin embargo un proceso como el de globalización, que nace en los polos más desarrollados de la economía mundial, no puede ser trasladado, sin una crítica preventiva, hacia la periferia del desarrollo donde se mueve nuestro país. La introducción incontrolada de este proceso podría significar, en nuestro caso, la creación de situaciones no deseadas como ha sucedido en algunos países.

47. Por ello, en el pensamiento económico mundial, comienza a ganar terreno una vez más el concepto de adecuación de cualquier modelo a las condiciones y tradiciones de los distintos países. Nuestra condición de país emergente impone aderezar los recetarios económicos. Nuestra tradición latina no permite rehuir el sentido ético que se le exige a los programas de modernización.

48. Cuba debería y podría ser el escenario natural que de entrada a un proceso gradual de globalización, a través de una modernización necesaria que cree las condiciones óptimas para asumir sus contenidos.

49. Los reajustes que imponen las dinámicas actuales de una economía globalizada, han traído efectos sociales positivos y también negativos que pueden amenazar la estabilidad necesaria en países, donde se inserta Cuba, que intentan la doble modernización: política, en términos democráticos, y económica, en términos de bienestar.

50. No debemos olvidar que la modernización no debería entenderse como un proceso exclusivo de desarrollo económico. Es también un proceso que busca nuevos conceptos de intercambio en las relaciones al interior de la sociedad; y esto comprende y coincide con la expansión de las demandas sociales.

51. En Cuba podemos poner en práctica otros estilos. Y Cualquier reforma económica que nos propongamos debe reparar en los costos sociales de la misma. Las experiencias de otros países justifican una alternativa de Transición gradual y ordenada desde una agenda minimalista.

52. Desde aquí debemos buscar y definir unas bases desde las cuales el mercado sea un instrumento, no el elemento determinante de los valores o de las opciones sociales. El mercado en la base del desarrollo económico y la política abierta a la agenda social.

53. La circunstancia de que en Cuba coinciden la necesidad de modernización y la realidad de la globalización matiza nuestra reestructuración económica.

54. La cuestión es saber si nos modernizamos globalizándonos o si nos globalizamos modernizándonos. No es este un mero juego de conceptos. La diferencia radica en la velocidad, las fases y los tiempos de la apertura que implicarían un modo de inserción. Cuba, que proviene de otro círculo de referencias económicas, no estaría en condiciones de una inserción veloz en los circuitos de la economía mundial, si no queremos correr el riesgo -y no sólo- de ser absorbidos. En este sentido, estamos frente al síndrome del desierto. Si bebemos toda el agua que nuestra sed demanda, podemos perecer durante o después de habernos satisfecho. También podemos perecer si no bebemos ninguna agua.

55. La propuesta de la MROM parte de una base mínima de y para el consenso: la necesidad de una economía fundada en el mercado, el fomento de una estructura económica basada en la Pequeña y Mediana Empresas Independientes (PYMESIs), el reconocimiento a la diversidad en las formas de propiedad y la formulación de un nuevo Pacto Social que asuma las demandas sociales de la modernización.

56. Y esta propuesta nace autolimitada, en el sentido de que no pretende constituir un programa económico global que enfrente de golpe todas las dimensiones y problemas de nuestra economía.

57. Desde aquí, y dentro de una concepción mínima, concebimos un proceso económico inicial basado en las PYMESIs. Ello es congruente con la necesidad de potenciar a los sujetos económicos nacionales.

58. El reconocimiento jurídico de las (PYMESIs) parece ser, al menos, una de las medidas principales que cumple una serie de exigencias porque:

59. Se corresponde no sólo con una experiencia milenaria en todas las latitudes de nuestro planeta, sino con prácticas conocidas en nuestro suelo y soñadas por pensadores de la talla de nuestro José Martí cuando expresó: "un país próspero es un país de muchos pequeños propietarios"

60. Profundiza al cuentapropismo, lo complementa y crea sólidos cimientos para su desarrollo, al eliminar los factores que han limitado el despegue de este sector.

61. Podrían desarrollarse, al menos, en sectores de gran importancia como la agricultura, los servicios, el turismo, la industria ligera, la construcción y el transporte.

Ventajas económicas

62. Cambiaría la situación actual de los cubanos limitados a participar sólo como mano de obra, elevándolos a la categoría de ciudadanos económicos y situándolos en paridad con los inversionistas extranjeros. Ello fortalece el concepto de sujetos económicos nacionales.

63. No privilegiarían ninguna forma de propiedad respecto a otra, sino que se basarían en su diversidad, de manera que permita la libre elección por parte de los interesados y la validación de cada una de ellas en la práctica. Por tanto, las PYMESIs pueden ser privadas, cooperativas, autogestionarias, mixtas, etc.

64. Desempeñarían un rol importante en cuanto al empleo y subempleos, y absorberían una gran parte del desempleo que necesariamente generará el Perfeccionamiento Empresarial; reorientando y canalizando la fuerza laboral. Por otra parte, permitirían dinamizar un mercado laboral que coincide con un dato demográfico y sociológico importante: el envejecimiento de la población cubana. En este sentido serían un complemento a las actuales medidas estatales.

65. Jugarían un papel fundamental en la creación, consolidación y crecimiento de un mercado interno homogéneo e influirían en la reactivación de la economía; factor de importancia en cuanto a la modernización económica y el bienestar de la población, a la vez que permitirían reducir la importación de alimentos.

66. Tenderían, por su propia naturaleza y bajo su propia responsabilidad, a la eficiencia y competitividad y, por tanto, junto al Perfeccionamiento Empresarial, revitalizarían eficientemente sectores y ramas fundamentales de la producción y los servicios, permitiendo la modernización gradual y necesaria para la inserción de Cuba en la región y la preparación del país para el proceso de globalización. Si el Perfeccionamiento Empresarial es una modernización desde el poder, las PYMESIs serían una modernización desde la sociedad.

67. Estratégicamente, permitirían la adecuación de una buena parte de los cubanos al proceso de dirección económica dentro del país, de crecimiento de bienes, etc., lo que les garantizaría mejores condiciones para el momento en que Cuba se inserte en el proceso de mundialización.

68. Canalizarían una parte considerable del dinero acumulado en manos de ciudadanos cubanos por diferentes razones e incluso depositado en cuentas bancarias (según datos de la CEPAL, el 48% de los ahorros depositados en el Banco Internacional de Comercio S.A.(BICSA) en 1998 correspondían a ahorristas nacionales), y movilizarían otras posibilidades de transferencias financieras de la emigración a través de familiares dentro del país de forma más legal, transparente y eficiente.

69. Permitirían unir factores ahora inconexos como la creatividad, la iniciativa, la responsabilidad, la capacidad, los capitales en manos de la población, la ciencia y la participación en la gestión y toma de decisiones en la economía, lo que convertiría al país en una gran escuela de gestión económica.

70. Atenuarían la contradicción entre el carácter emprendedor del cubano y su alta calificación en todas las especialidades y la posibilidad de realización de los mismos. Ayudarían a disminuir el éxodo de cubanos, sobre todo de un conjunto de personas calificadas que podrían ayudar al relanzamiento de la economía cubana y aprovechar su nivel de calificación técnica. No continuaríamos perdiendo uno de nuestros recursos más poderosos: la preparación calificada de nuestra sociedad.

71. Permitirían revitalizar la desfavorable y enorme red de servicios estatales a la vez que permitirían la modernización y eficiencia del Estado y su concentración en las grandes empresas estratégicas y en otras funciones macroeconómicas, al despojarse de una atención y preocupación que los ciudadanos cubanos, por las características ya mencionadas, pueden atender directamente.

72. Por todas las medidas anteriores las PYMESIs serían un factor de atracción de capitales hacia nuestra economía, con todos los beneficios que esto representa para cualquier proyecto de despegue económico.

Requisitos mínimos

73. Requieren el correspondiente marco legal, que demandaría la aprobación de una LEY SOBRE LA INVERSION NACIONAL Y LAS PEQUEÑAS Y MEDIANAS EMPRESAS INDEPENDIENTES que les permita, con personalidad jurídica propia, actuar como entes autónomos en las decisiones sobre los tipos y cantidad de producción, número de trabajadores, precios, relaciones comerciales, contractuales, etc.

74. Requieren una política fiscal de estímulo caracterizada por la flexibilidad y los bajos impuestos de modo que constituyan, además de una fuente de ingresos al fisco, un instrumento de apoyo a su consolidación y desarrollo y, por tanto, a la producción, la eficiencia y la competitividad. Lo que el Estado deje de recaudar por la disminución de las cuantías se recuperaría con creces por la cantidad de PYMESIs. que surgirían.

75. Requieren la creación de un conjunto de instituciones de comercio mayorista, de transporte, comunicaciones, acceso a información, y otras, para el desempeño eficiente de las mismas, así como el establecimiento de una real paridad entre el dólar y el peso cubano para las operaciones mercantiles. En estas instituciones paralelas, junto al Estado, podrían participar las propias PYMESIs. Con este propósito, las PYMESIs. estarían en condiciones de insertarse en el proceso de reconversión del sistema bancario impulsado por las autoridades.

Repercusión en el plano social

76. Las PYMESIs. serían un factor generador de organizaciones de la sociedad civil, pues de las relaciones entre ellas surgirían infinidad de organizaciones independientes y autónomas.

77. Resultarían, como de hecho ha de asumirse, un proyecto de cambios autóctono ajeno a presiones externas y ayudarían a potenciar las relaciones de Cuba con el exterior. La ayuda y la firma de convenios que ahora están congelados en espera de una señal de este tipo sería beneficiosa para todos los cubanos. En este sentido serían un factor de disminución de cualquier política aislacionista hacia Cuba.

78. Serían, en nuestras actuales condiciones un factor real y eficaz de moralización, de recuperación y consolidación de la ética y la disciplina laboral y de disminución del delito.

79. Alejarían las posibilidades de salidas violentas a la actual situación económica del país y serían un factor favorable para los cambios graduales y ordenados que el país requiere.

Otros argumentos a favor de las PYMESIs son:

80. Colocarían de facto y no sólo por declaración, a la persona humana como centro, al crear condiciones que facilitan la igualdad de oportunidades en un orden legal y en soporte homogéneo para la democratización de la economía, en tanto acerca al trabajador a las decisiones básicas de su empresa y fortalece los soportes del proceso general democratizador de la sociedad cubana, tal y como lo exigen los tiempos modernos.

81. Crearían un tejido económico sólido en la sociedad y potenciarían la sensibilidad social dentro de la comunidad. La distensión dentro de nuestra sociedad ha estado muy vinculada al embrionario resurgir de la sociedad civil.

82. Este proceso, de suma importancia para la sociedad cubana, podría y debería tener su punto de partida en la promoción inicial de la Pequeña Empresa. Su arranque permitiría acumular las experiencias en aquellos sectores donde no podrían verificarse, simultáneamente, el desarrollo de las PYMESIs.

83. Resulta necesario, sin embargo, abordar en unos casos y replantear en otros un grupo de cuestiones que estarían vinculadas al clima de confianza, a las posibilidades factibles y presentes y a la racionalidad de este proceso.

84. Primero, es importante avanzar en un proyecto de análisis y estudio del tema de las propiedades aún no indemnizadas a sus antiguos propietarios. Exceptuamos de este análisis la cuestión de la vivienda. Ello está relacionado con los mejores climas de confianza para las inversiones y su consiguiente marco jurídico.

85. Segundo, es altamente positivo reforzar y concretar el derecho de los cubanos que viven en el exterior a invertir en Cuba, derecho reconocido en la Ley de Inversiones Extranjeras.

86. Tercero, es necesario replantear el tema de la Entidad Empleadora. Su persistencia sería incongruente con la libre movilidad de la fuerza laboral y con la remuneración debida al trabajador por el trabajo realizado y

87. Cuarto, es imprescindible que los actos administrativos y políticos del Estado se ajusten a las regulaciones vigentes que, en materia laboral, reconocen que "todos los trabajadores, tanto manuales como intelectuales, tienen el derecho, sin necesidad de autorización previa, de asociarse voluntariamente y constituir organizaciones sindicales" (Artículo 13 del Código del Trabajo vigente).

88. Quinto, es necesario resolver definitivamente la cuestión de la tierra. Su redistribución debe ser de tal forma que no estimule ni el minifundio ni el latifundio.

89. La posibilidad y las condiciones para las PYMESIs están creadas dentro de la sociedad y dentro de las instituciones. Afinar un esquema de este tipo contribuiría a potenciar transformaciones más profundas, pero en un marco positivo y desde condiciones más favorables para todos los actores políticos y sociales de Cuba.

90. El desarrollo de ellas requiere, sin embargo, otra condición: la que demanda de las autoridades cubanas un cambio en la visión negativa que tienen de la propiedad no estatal y del bienestar asociado al despliegue positivo de los intereses.

91. La política tributaria actual, presente junto a las restricciones escalonadas -que son expresiones de esta aproximación negativa-, parecen más un dispositivo fiscal confiscatorio y restrictivo que un instrumento político para redistribuir la riqueza creada.

92. Diseñar una política económica de largo alcance en Cuba no es compatible con esta visión negativa; en un país cuyas dimensiones económicas y demográficas invitan exactamente a potenciar las PYMESIs, para que sean los ejes fundamentales de una estructura nacional y de una posibilidad económica estratégica.


CAPITULO VII: Finalidades de la Transición

1. La necesidad de la Transición es una urgencia de la realidad nacional, dada por el agotamiento del proyecto actual con su crisis económica, política, social, moral y su total carencia de perspectiva futura.

2. Estas ideas nos conducen a una hipótesis: si el medio es legítimo y el fin va encaminado a reencauzar en Cuba la democracia, el Estado de derecho y los valores nacionales, quienes impulsen un desenlace razonable pueden contar con nuestro apoyo sincero.

3. Más allá de la necesaria solución del diferendo entre los gobiernos Cuba-Estados Unidos, éste no debe solapar el verdadero y profundo conflicto entre cubanos demócratas y no demócratas y entre los demócratas del mundo entero y los partidarios de los esquemas de Partido Único.

4. Carecería de sentido, sin embargo, hacer hoy planes detallados sobre la reconstrucción de Cuba, pues todo dependerá de si nos encaminamos o no en la dirección de la libertad y la profundidad en las modificaciones. Por otra parte, sostenemos la convicción de que somos los cubanos todos los que tenemos que decidir sobre el futuro económico y político del país y no un solo partido, por bien intencionado que se muestre. Lo anterior plantea la necesidad de que nos sentemos en la mesa de negociaciones con el gobierno para discutir las cuestiones que la realidad impone. Diferenciamos bien a qué aspiramos globalmente de nuestra disposición a discutir cualquier aspecto medular de la vida nacional que beneficie a la ciudadanía en su conjunto.

5. Por supuesto que estamos en posesión de ideas generales, pero los que creemos en la libertad individual y la sana convivencia social jamás intentaremos imponer a la sociedad qué se debe o no hacer en el futuro.

6. Nuestra tarea en estos momentos se limita a proponer la creación de las instituciones adecuadas, para que los individuos y grupos escojan libremente lo que les parezca conveniente a sus ideales e intereses. La experiencia nos ha enseñado que las personas son mucho más eficientes que los Estados o las tendencias ideológicas a la hora de formular expectativas racionales, actuar en consecuencia y crear riquezas. Otros resultados ajenos a nosotros demuestran que los juegos de ingeniería humana y sus benévolos caprichos, suelen crear enormes dificultades a los pueblos que son utilizados para estos fines.

7. Nuestra tarea reside, por otro lado, en continuar trabajando a favor de la unidad de las fuerzas democráticas de la oposición y en potenciar los contactos que hacia o desde nosotros se produzcan con las autoridades e instituciones del gobierno y la sociedad; ofreciéndoles nuestra sincera colaboración siempre que estas gestiones se propongan la búsqueda de los necesarios cambios.

8. Porque nuestra Nación vive un momento traumático y definitivo de su historia. Todos percibimos que la actual coyuntura puede tener un triste desenlace, similar a anteriores y exógenas experiencias desagradables. Hemos hecho un inmenso y doloroso recorrido para retornar, en muchos aspectos, al punto de partida. Es nuestra responsabilidad aprender de los errores y ser capaces de superar las adversidades. Existe un camino - que pretendemos construir a través del diálogo y la negociación - no exento de trabas. Pero si actuamos con cordura y buena voluntad, podemos llegar a la meta sin violencias y sin vencedores y vencidos. El patriotismo, el sentido del deber y la responsabilidad pueden, incluso, hasta rescatar a nuestra Nación de éste, uno de sus momentos más difíciles.

9. ¿Adónde ha de conducir el proceso de diálogo y negociación con las autoridades?

10. Definitivamente hacia un Estado Nacional Democrático de Derecho, que establezca las bases y mecanismos occidentales de nuestra cultura política.

11. Cuba, como Nación occidental, debe reencontrarse con sus tradiciones fundacionales y organizar su convivencia política de manera que los mecanismos de participación y de toma de decisiones reflejen el contenido plural de la sociedad. Es este el único modo en el que nuestra Nación podrá llegar a su completamiento.

12. En tal sentido, la democratización de Cuba debe estar de acuerdo con su matriz liberal. Ello significa que no hay posibilidad de una democracia no liberal, entendiendo por esto último los modelos que garantizan la representación, la participación y la elegibilidad en el marco de una única estructura ideológica o confesional.

13. En Cuba, la Transición debe retomar las bases del liberalismo político. Éstas constituyen premisas necesarias para la democracia: las libertades de asociación, de expresión, de reunión y de elegir y ser elegido para cargos públicos, mediante elecciones libres, tienen que estar presentes en un ordenamiento democrático. Junto a todo ello, la alternancia periódica en el poder y la clásica división de poderes. Todo ello de manera que pueda asimismo combinarse al ciudadano político, cargado de deberes y derechos, con el ser humano como sujeto participativo y portador de necesidades materiales y espirituales.

14. Pero dada las azarosas circunstancias históricas de nuestro país, la Transición también se hace necesaria en tanto tiene que encaminar una serie de cuestiones irresueltas relacionadas con los sujetos culturales de la democracia. Lo cual quiere decir que los problemas ligados al caudillismo, a la personalización de las alternativas, a la ausencia de cultura y ética políticas y a la parcelación del poder -que dieron al traste con nuestros intentos republicanos y con el sentido incluyente de la Nación- deben resolverse si es que queremos darle un carácter permanente a nuestra democracia futura.

15. La diversidad de partidos -cuestión básica de derecho político que asumimos dentro de los fines de la Transición- tiene ante sí la tarea fundamental de garantizar que no se repitan los males expuestos en el párrafo precedente. Y esto debe ser así porque tales partidos, junto al ejercicio efectivo de la ciudadanía política, constituyen los ejes democratizadores del Estado.

16. En esta dirección, una democracia que privilegie el consenso es más adecuada a las condiciones sociológicas y culturales de nuestro país, tal y como fue demostrado por los Constituyentes de 1940. También ella es necesaria para garantizar el tránsito pacífico, gradual y no traumático de un estado a otro en la sociedad y para que el "viaje entre dos puntos distantes" no rompa "la estabilidad de sus propios caminos".

17. Con esta Transición queremos alcanzar, en fin, una sociedad sin privilegios de clase, raza, por el color de la piel, sexo, religión o afiliación política. Una sociedad donde el ejercicio de la opinión y de las libertades no constituya motivo de juicio y encarcelamiento políticos. Esta justicia significa igualdad de todos ante la ley, e igualdad de oportunidades.

18. Es imprescindible que la Transición nos lleve a una economía solidaria: buscaremos que aquélla se encauce hacia un ordenamiento económico plural y participativo que debe estar orientado a cambiar la situación actual, creando las condiciones necesarias para el desarrollo integral de la persona humana y del bien común.

19. Una economía donde el desarrollo económico y social se busquen a la par, y se garanticen al pueblo cubano los logros que ha alcanzado con su trabajo y sacrificios por más de cuatro décadas en el campo de la educación y la salud y que hoy se encuentran en serio peligro. Es imprescindible, además, que las transformaciones profundas que esta Transición genere, cuente con la sanción de toda la sociedad mediante los instrumentos públicos con que ésta se dote.

20. Esta Transición que proponemos es un reencuentro con los fundadores intelectuales de la Nación. Como José Martí, el Padre Félix Varela y Morales, al decir de Juan Pablo II, "fue el primero que habló de independencia en estas tierras. Habló también de democracia, considerándola como el proyecto político más armónico con la naturaleza humana, resaltando a la vez las exigencias que de ella se derivan. Entre estas exigencias destacaba dos: que haya personas educadas para la libertad y la responsabilidad, con un proyecto ético forjado en su interior, que asuman lo mejor de la herencia de la civilización y los perennes valores transcendentes, para ser así capaces de emprender tareas decisivas al servicio de la comunidad; y, en segundo lugar, que las relaciones humanas, así como el estilo de convivencia social, favorezcan los debidos espacios donde cada persona pueda, con el necesario respeto y solidaridad desempeñar el papel histórico que le corresponde para dinamizar el Estado de Derecho, garantía esencial de toda convivencia humana que quiera considerarse democrática".


CAPITULO VIII: Fuerzas externas: su importancia en el proceso de Transición

1. La MROM parte del siguiente presupuesto: el pueblo cubano tiene el derecho y el deber de ser el autor de su historia y de decidir y construir su propio destino. Ningún país tiene derecho a imponerle al pueblo cubano medidas políticas, económicas y diplomáticas que atenten contra su soberanía o a ocupar parte alguna de su territorio nacional. Los países democráticos del mundo deben cooperar y acompañar al pueblo cubano respetando su autodeterminación.

2. En este sentido, Cuba debe abrirse a una Nueva Frontera. El pueblo cubano ha estado sometido a una doble presión: una directa, el aislamiento de su propio gobierno y otra indirecta, los intentos de aislamiento de los Estados Unidos hacia el gobierno cubano. Y "es necesario que Cuba se abra al mundo" y que a Cuba no se le obstruyan las relaciones con el mundo. El sistema imperante nos ha colocado en los márgenes de ese mundo, impidiéndonos la participación ciudadana y el protagonismo social. Tenemos como objetivos romper ese aislamiento y lograr que el nuestro se inserte en la corriente de pueblos libres del mundo.

3. Desde aquí, nos encaminamos hacia el fortalecimiento de los lazos internacionales, extremadamente convenientes para la Cuba del presente y de donde saldrá la Cuba del mañana, a través de las internacionales políticas. Trataremos de crear para ello, los vínculos y relaciones con los gobiernos y centros políticos y financieros de primer orden en el mundo occidental. De igual forma, no obviaremos cualquier mano amiga que resulte útil en la reconstrucción del país.

4. La sensibilidad democrática internacional es necesaria para nuestros propósitos. Ningún proceso de Transición conocido ha podido verificarse sin tener en cuenta la incidencia, casi siempre favorable, de los factores externos en semejantes procesos. El papel que pueden jugar en el proceso las personalidades de prestigio internacional del universo político, intelectual y científico, las organizaciones regionales hemisféricas; así como las instituciones internacionales no gubernamentales y los gobiernos o grupo de gobiernos es fundamental para crear el clima de confianza y credibilidad que son necesarios para una Transición en Cuba; caso único y sin antecedentes.

5. La era de la globalización, con su sólido y permanente flujo de interrelaciones, viene fortaleciendo la interdependencia entre los fenómenos internos y externos. Esta interdependencia se hace más transparente en naciones abiertas, pero se hace más necesaria y acuciante en países como Cuba, deliberadamente aislados, y donde sus autoridades perseveran en la política de puertas cerradas.

6. La cuestión a saber es: qué enfoques deben prevalecer para lograr una apertura global desde el exterior, y si dichos enfoques deben ser agresivamente condicionantes.

7. Nosotros privilegiamos un multilateralismo crítico, constructivo y vinculante que coadyuve a crear escenarios externos e internos positivos para favorecer una Transición integral y armónica. Multilateralismo, no entendido exclusivamente como concertación política de los Estados a escala internacional, sino como un esfuerzo dirigido simultáneamente hacia distintos campos y sectores de la sociedad. Las teorías economicistas de la Transición, no han tomado muy en cuenta la autonomía de la esfera política; sobretodo en sociedades que por naturaleza carecen de las asociaciones intermedias de la sociedad civil.

8. Con esto estamos diciendo que no favorecemos el aislamiento de Cuba; entendido esto como pueblo y gobierno. Una política de inserción gradual, de diálogo crítico y contacto permanentes ayuda mucho más a la evolución de sociedades de hechura totalitaria.

9. Las políticas externas de las sociedades abiertas han sido más exitosas cuando se han diseñado de acuerdo a su propia naturaleza, que cuando han imitado la inflexibilidad y la dogmática de muchas de las sociedades cerradas con las que interactúan.

10. No es esto último la visión adecuada para afrontar la complejidad de Transiciones como la de Cuba.

11. La comunidad internacional debe trabajar desde un enfoque más cercano, para entender la especificidad de nuestro país y así contribuir a adelantar, positivamente, las transformaciones necesarias en nuestra Nación.


CAPITULO IX: Esbozo para un proyecto de Nación

1. A diferencia de muchas naciones de Occidente, Cuba se enfrenta a un dilema de simultaneidad complementario: democratización y completamiento del proyecto nacional.

2. Dilema de difícil solución, si tenemos en cuenta que la pertenencia nacional contiene determinados elementos y exige específicos sacrificios que son irracionales en términos de pertenencia democrática: a la Nación se llega por un pacto de sangre o por nacimiento; a la democracia, por derramamiento de la propia sangre o por contrato.

3. Debe entenderse de ello que la Nación impone un vínculo donde la democracia ofrece una pluralidad de vínculos. Sin embargo, la tentación de definir la convivencia democrática sin definir la convivencia nacional es tan peligrosa como ilusoria.

4. Fue precisamente sobre la base de acuerdos nacionales básicos, que las naciones de Occidente pudieron desplegar, no sin dificultades, procesos democráticos sólidos y estables.

5. Cuba ha de resolver las inconclusiones de la Nación para poder alcanzar la plenitud democrática. Y Este proceso difícil tendría más posibilidades aquí, en la medida en que la ausencia de democracia es uno de los elementos que hacen de nuestro país una Nación inconclusa.

6. Pero ¿por qué es Cuba una Nación inconclusa?

7. Porque la Nación es la comunidad de conciencia y convivencia, en la cual se suceden las generaciones y se constituye la herencia; es la persona colectiva por la que nos reconocemos históricamente. Está constituida por el territorio y la población asociada con el mismo. En ella se da la continuidad del ser humano -sujeto pensante y obrante de su destino- que persiste único y distinto, más allá de la temporalidad individual o de su casual asociación práctica.

8. Y este sentido de comunidad no ha podido cristalizar en Cuba.

9. La integración, con sus diferentes niveles de pertenencia, no ha constituido el referente que atraiga a los diversos y plurales componentes de la nacionalidad.

10. La cuestión racial, si bien no ha generado conflictos serios, viene atravesando el siglo sin que se avizoren soluciones fundamentales. En términos sociológicos y estructurales, ello ha provocado una fragmentación silenciosa que impide alimentar el sentido integral de pertenencia a la Nación. La fuerza integracionista del discurso de la Revolución no corresponde a la realidad. El negro no participa plenamente en la vida social política y económica, a pesar de que ha hecho aportes esenciales a nuestra simbología, cultura e historia.

11. La endémica cuestión del latifundio, que no fue resuelto ni en 1940 ni en 1959, ha impedido forjar las pertenencias socioeconómicas en tanto el ciudadano no siente ni forja lazos físicos y de intereses con el territorio. El latifundio, tanto privado como estatal, que concentra la propiedad, ha actuado como un eficaz disolvente de los potenciales vínculos del cubano con la naturaleza estructural de su economía: ésta demanda de por sí la diversificación en las formas de propiedad.

12. La debilidad de la sociedad civil, por falta de articulación sociológica en el pasado o por la ausencia de estructuras intermedias en el presente, no ha permitido crear un tejido social y comunitario para la identificación flexible de las personas a escala local; que es por donde empieza la identificación con la Nación.

13. El desencuentro histórico entre soberanía nacional y soberanía popular y entre éstas y la democracia ha facilitado la fusión entre Nación, gobierno y Estado, confundido los espacios de la persona humana, del trabajo público y de la elección ideológica y conllevado, por tanto, a un rechazo de la Nación, planteada en términos modernos, cuando el individuo rechaza lo público y lo ideológico.

14. La definición negativa de la Nación como lugar de resistencia frente al exterior, aún cuando enmarca la independencia y construye la soberanía, ha desterrado la diferencia y la pluralidad políticas y fraccionado la sociedad cubana.

15. La ocultación y a veces negación de nuestros orígenes plurales ha debilitado nuestro fundamento cultural y a la Nación misma. Una Nación forjada desde la modernidad - que es diferencia, civilidad, diversidad cultural e ideológica y republicanismo- no ha vivido públicamente desde sus orígenes ni desde el equilibrio de sus elementos diversos.

16. La falta de integración simbólica de la Nación por la constante manipulación, el desplazamiento, la fragmentación y el enfrentamiento de héroes y mártires de la Cuba dividida -que pugnan por el dominio y la representación histórica y parcelaria del poder- han entorpecido y vienen entorpeciendo la construcción, también simbólica, de la paz civil necesaria para soldar firmemente la comunidad nacional.

17. El desacuerdo en relación con el carácter soberano de los sujetos políticos de la Nación y en los espacios legítimos de estos mismos sujetos, ha imposibilitado la comunicación entre todos los actores protagónicos de la sociedad cubana y minado el terreno para la creación de un consenso nacional.

18. Esta Plataforma Común quiere contribuir a superar estas y otras carencias nacionales.

19. Pero es claro que para ello es necesario asumir algunas nociones imprescindibles:

20. El Estado es el cuerpo político de la Nación, independiente y soberano por naturaleza, comprehensivo y responsable de todo su territorio y de toda la población asociada con el mismo.

21. El gobierno es el equipo humano casual que ejerce la función gubernativa: defensa, dirección e impulsión efectiva de la Nación. Si el Estado es la organización de la sociedad, su estructura jurídica persistente, el gobierno es la concreta porción gestora que se responsabiliza con la conducción de los propósitos comunes.

22. El gobierno está obligado para con el Estado, y éste para con la Nación concebida ésta como un todo integral único y distinto, así como para con cada uno de sus ciudadanos.

23. De la misma manera, la persona individual de cada ciudadano está obligada para con el Estado en cuanto a la existencia, integridad e inalienabilidad de éste, a su organización legal y a la determinación de su gobierno.

24. Si se vive en comunidad -y no hay como hacerlo de otra manera- hay que asumir, con respecto a ella, tanto los derechos como las obligaciones. Gobierno y pueblo no son sino dos instancias correlativas de una función interactuante, mediante la cual se hace consciente y patente el desarrollo de la vida humana en tal comunidad.

25. El gobierno de un país es responsable de todos sus ciudadanos; ni puede desprenderse de ellos a capricho ni entregárselos a otro. El gobierno no es dueño, sino representante y protector de los ciudadanos. No puede enajenarlos ni liquidarlos; antes tiene la obligación de proveer para el desarrollo de éstos y de ejercer su protección y defensa.

26. El ciudadano se debe a su Nación y a las leyes de su país. Por lo tanto, aunque no viva en el mismo, es legítima su preocupación por la organización legal de su país y por la calidad de su gobierno.

27. La Nación constituye patrimonio y heredad de todas las generaciones, anteriores y posteriores; por lo tanto nadie, ni el gobierno aún legítimamente constituido, ni siquiera todos sus habitantes en un momento dado, puede comprometer o enajenar la independencia y soberanía de dicha Nación.

28. La Plataforma Común ha asumido estas nociones. Es consciente, por otro lado, de que es urgente rescatar para ellas los valores espirituales, éticos y culturales que son históricamente parte de nuestra nacionalidad.

29. Es urgente también, abrir las puertas de la reconciliación nacional. Las heridas en la sociedad cubana han sido muy profundas y han durado largo tiempo; han incidido en todas las esferas de la vida social y entre ellas, una de las más importantes, ha sido la división de la familia y la desaparición de la mayoría de las sociedades intermedias. Es necesario que los cubanos nos encontremos, nos reconciliemos y dejemos a un lado todo lo que nos separa de un empeño común: reafirmar la Nación cubana.

30. Para ello hay que sellar las fracturas simbólicas de la Nación, asumir la corresponsabilidad de nuestros destinos nacionales, borrar los agravios históricos que alimentan las venganzas mutuas e impiden construir la justicia sobre la paz social y devolver una mirada madura hacia el interior para afrontar los retos del siglo XXI.

31. Estamos convencidos de que es posible presentar al pueblo cubano y al mundo una alternativa creíble. Tanto la independencia, como realidad histórica, y las necesidades de la Nación, como realidad sociológica, exigen la democratización de Cuba. Solo que con este fin debemos volver a los principios y valores de la Nación Cubana históricamente expresados por el Padre Félix Varela y José Martí.


Anexo:

Firmas de los miembros de los comités políticos y nacionales de las organizaciones miembros plenos de la MROM

FIRMA DE LOS MIEMBROS DE LOS COMITÉS POLÍTICOS Y NACIONALES DE LAS ORGANIZACIONES MIEMBROS PLENOS DE LA MROM

PARTIDO SOLIDARIDAD DEMOCRÁTICA
Fernando Sánchez López (Presidente)
Rogelio Travieso Pérez
Pablo Silva Cabrera Ramón H. Colás Castillo
Adolfo Fernández Saínz

CORRIENTE SOCIALISTA DEMOCRÁTICA CUBANA
Manuel Cuesta Morúa (Secretario General)
Leonardo Calvo Cárdenas
Osmar Laffita Rojas
Alberto Moreno Fonseca
Lucia F. Hernández Plasencia
Dimas C. Castellanos Martí

PARTIDO LIBERAL DEMOCRÁTICO DE CUBA
Osvaldo Alfonso Valdés (Presidente)
Héctor F. Maseda Gutiérrez
Nery Gorostiza Campoalegre
Gumersindo Valero Acosta
José P. Sáez Jiménez

ROYECTO DEMÓCRATA CUBANO
Rafael León Rodríguez (Coordinador General)
Rosa M. Rodríguez Torrado
Carmen Luisa Pinto Pereira
René Pintueles León
Elizabeth Jiménez Sánchez

CONSEJO UNITARIO DE TRABAJADORES CUBANOS
Pedro P. Álvarez Ramos (Secretario General)
Lázaro Cuesta Collazo
Carmelo Díaz Fernández
Francisco Leblanc Amate
Israel Picallo Ortiz