Mensaje a la VI Conferencia Latinoamericana por “El Derecho a la Vida, al Desarrollo y al Futuro”

La Habana, 10 de Septiembre de 2002.

Distinguidos participantes:

Los militantes y colaboradores del Proyecto Demócrata Cubano, deseamos hacerles llegar un afectuoso y solidario saludo desde Cuba con nuestros sinceros votos por el éxito del evento que los convoca.

Los temas de la agenda de la reunión son tan vitales para nuestro pueblo, como lo son para el resto de la comunidad latinoamericana y, ¿por qué no?, para la inmensa mayoría del mundo contemporáneo.

Es evidente que corren tiempos difíciles y peligrosos para la humanidad; basta sólo recordar la fecha del inicio de la Conferencia - 11 de septiembre - para darnos cuenta de esto. Este día se cumple el 1er. Aniversario del criminal ataque a las Torres Gemelas del World Trade Center y al edificio del Pentágono, en New York y Washington. Y se cumplen además, 29 años del golpe de Estado militar en la República de Chile, con su cuota de violencia, terror y luto. Parece ser ésta una fecha marcada por las fuerzas del mal.

Pero el mal tiene muchas formas y métodos de manifestarse, aunque se vista de diferentes colores e ideologías. Y una de las principales es mediante la violación de los derechos y libertades de la persona humana.

El respeto a estos derechos, a todos los derechos humanos para todos, tiene que ser el modelo de fundamento de las sociedades libres, solidarias y democráticas a la que aspiramos. La confrontación, como siempre, ha sido a través de los tiempos entre los débiles y los poderosos.

Las actuales políticas neoliberales, con su axioma "dentro del mercado todo, fuera del mercado nada", nos recuerda a los cubanos la tesis de las autoridades de isla de "dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada".

La ética neoliberal ha sumido a nuestros pueblos de América en la pobreza, la bancarrota, la desesperanza y la injusticia. Hoy vemos a diario en la prensa, cómo proliferan las manifestaciones de corrupción, tráfico de drogas, armas y personas, lavado de dinero y terrorismo.

A esta ética selectiva y excluyente, que potencia las marginaciones sociales, económicas y políticas de los grupos y personas más desfavorecidas hay, incuestionablemente, que sustituirlas por una ética de la solidaridad y el compromiso. La clave parece estar en el enunciado de Rorty: ser solidario es hacer cada vez más amplio el mundo del "nosotros".

En cuanto a Cuba, ésta es una singularidad en el concierto de naciones del hemisferio occidental. Después de tres décadas de socialismo real - hasta la desaparición del campo socialista y la URSS -, y trece años del llamado "socialismo especial", han hecho de la nación cubana un modelo sui géneris.

Durante los primeros treinta años del triunfo de la revolución, en enero de 1959, la economía cubana se reafirmó sobre la base de la producción extensiva de la agroindustria azucarera y el latifundio estatal, para satisfacer, fundamentalmente, la demanda del mercado de los países socialistas de entonces y compensar los subsidios que provenían de éstos, principalmente de la Unión Soviética. Esta necesidad de Estado añadida a la reconversión de la infraestructura tecnológica y a toda la base material que provenía de los Estados Unidos y a la participación del país en la llamada guerra fría entre las grandes potencias, produjo una marcada asimetría en todas las esferas del desarrollo económico, social y científico-técnico.

Habría que añadir a todo esto, la proliferación de programas y proyectos experimentales a escala nacional, con sus consiguientes éxitos y fracasos. Hoy Cuba puede mostrar niveles de educación general, salud e investigaciones científicas y tecnológicas en algunos casos, superiores a países del primer mundo. Sin embargo, no ha podido garantizar la alimentación adecuada de su pueblo, ni el incremento de la economía de sus habitantes. En cuanto a la política, esta continúa bajo la conducción de un partido único.

Los cubanos no tenemos derecho a participar como sujetos económicos en la vida nacional, el mercado del trabajo es controlado por el Estado en su totalidad, y los sectores más vulnerables de la población se ven afectados por la dolarización de las finanzas, para la cual existen actualmente cuatro monedas en circulación: el peso cubano, el peso cubano convertible, el dólar y, últimamente, comenzó a circular el euro en zonas o campus turísticos vedados para los cubanos.

Las autoridades del país dividen lo que es indivisible: los derechos humanos. Según la visión oficial, Cuba respeta estos derechos porque garantiza niveles de salud, instrucción y cultura adecuados a los cubanos. Pero en cuanto a los derechos civiles y políticos, éstos no son siquiera técnicamente refrendados en la Constitución y las leyes.

En la actualidad, el pueblo cubano continúa sumido en la desesperanza, la indiferencia, la cuasi obligada doble moral y los deseos de muchos de abandonar el país.

Algunas cosas han cambiado después del derrumbe del campo socialista, pero estas más bien han sido frutos de la necesidad oficial para abrir la economía al mercado globalizado; no a la voluntad política por renovar la sociedad, respetar al diferente y pluralizar las alternativas.

Las organizaciones opositoras pacíficas son toleradas pero no reconocidas, y el Estado continúa con un control circular de la sociedad en el kafkiano "todos se vigilan entre todos".

Hay aún presos políticos y de conciencia en cárceles cubanas, aunque esta situación se ha mantenido más o menos estable en los últimos años con una tendencia a disminuir. Las cifras fluctúan entre las 250 y 300 personas.

Las autoridades se adjudican el derecho de decidir quién puede viajar o no al exterior y regresar, y el drama de los conocidos balseros cubanos continúa atrapado en el diferendo entre Cuba y Estados Unidos, agudizado en los últimos tiempos por el criminal e inescrupuloso tráfico de personas entre el archipiélago cubano y la península de la Florida que ya ha costado decenas de víctimas, entre ellas niños, adolescentes y ancianos.

Si a todo esto añadimos los efectos del injusto bloqueo de los gobiernos estadounidenses a la isla de Cuba por más de cuatro décadas, completaremos una visión del panorama vivencial actual del pueblo cubano.

Para nosotros, opositores pacíficos moderados, el camino de la renovación pasa también por la ética de la solidaridad y el compromiso. Es fortaleciendo la sociedad civil, que podremos enfrentar juntos, los desafíos del presente y avanzar en la búsqueda de la justicia social y el bien común hacia el futuro.

Las ONGs, los sindicatos y las instituciones civiles pueden y deben accionar en común. Frente a los parlamentos políticos de los estados, deben crearse los parlamentos de la sociedad civil, compuesto por estas organizaciones, a los que debieran liderar los sindicatos y las organizaciones de derechos humanos, junto al resto de los representantes de la sociedad civil e, incluso, de personalidades notables.

Ya la Inglaterra del siglo XVII creó, desde la realeza y su sociedad aristocrática, la llamada Cámara de los Lores, como contrapeso politico a la Cámara de los Comunes. América Latina, como Cuba, necesita una Cámara de Representantes de la sociedad civil, en la que se globalice la solidaridad y el bien común.

Les deseamos éxitos en el marco de vuestra conferencia y les reiteramos el testimonio de nuestra consideración,

firma

Rafael León Rodríguez
Coordinador General