Reflexiones Sobre la Situación Política Cubana Actual

La Habana, 1 de Mayo de 2002.

Introducción

Si de algún lugar del mundo se ha escrito, hablado y debatido más de lo usual en los últimos 50 años, ese lugar es Cuba. Y lógica - o ilógicamente -, no han faltado los pronósticos, tanto de iniciados como de especialistas, periodistas, escritores, cubanólogos y hasta futurólogos han incursionado en el tema. Pero para cualquier analista político, la "agenda Cuba" continúa siendo una compleja singularidad.

Nuestra nación, dividida y desbordada por doquier, parece continuar de rehén de intereses contrapuestos, o en algunos momentos hasta de la casualidad.

En la isla "donde lo que no está prohibido es obligatorio", al decir de Poncela, es tal la dinámica de los acontecimientos, que es casi imposible reunir la información necesaria para tratar de construir un modelo particular. Y no hemos encontrado ninguno semejante para comparar. Ni antes ni después del derrumbe del Muro de Berlín.

Hay muchas interrogantes para las que no tenemos respuestas. No podemos, ni pretendemos caer en la trampa de los vaticinios, pero sí queremos compartir algunas reflexiones e ideas desde nuestra percepción y experiencia como opositores pacíficos dentro de Cuba.

Algunos apuntes sobre economía

Si consideramos como cierta la tesis de que desde el triunfo revolucionario de 1959, las categorías económicas han estado supeditadas a las categorías políticas, podremos ayudarnos a comprender cómo Cuba ha sido capaz de soportar, entre 1959 y principios de la década de los '90, cuatro cambios estructurales de su economía, un bloqueo o embargo económico de 43 años, dos reconversiones totales de sus áreas de comercio exterior y una deuda externa siempre creciente.

Según el Dr. Salvador Larrúa los cambios estructurales fueron:

Primer cambio (período de 1959-1970).

Cambian las formas de propiedad sobre inmuebles urbanos, sobre la tierra y sobre los medios de producción. Se instaura en la isla una economía centralizada.

Segundo cambio (período de 1971-1985).

El fracaso de la zafra de 1970 - la de los 10 millones de toneladas que no se hicieron - provocó este evento. Cuba reproduce entonces el modelo económico soviético y entra en el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica). Se implanta el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía y se confecciona el Plan Único de Desarrollo Económico y Social que se convierte en ley del Estado.

Tercer cambio (período de 1985-1988).

El llamado "proceso de rectificación de errores y tendencias negativas" resultó un retorno a los años del 61 al 70. Se enfatizó nuevamente en los estímulos morales y no en los materiales, dando por resultado que no se resolvieron los problemas de la producción y los servicios.

Cuarto cambio (período de 1991-?).

La desaparición del comercio con Europa oriental, el agotamiento del modelo económico de producción extensiva copiado a los soviéticos, el endurecimiento del bloqueo, el aumento de la deuda externa y la ineficiencia de la economía interna, obligaron al Estado cubano al reajuste de la economía nacional y a la reforma económica de la década de los '90.

Ya no existían subsidios ni excedentes de petróleo comprados a precios promediados entre los cinco últimos años para revenderlos en los propios puertos soviéticos y obtener moneda libremente convertible. El azúcar de Cuba perdió, nuevamente, un mercado preferencial.

En la reforma económica de 1991 se puede acotar:

  • Reducción de subsidios a las empresas y aumento de los ingresos al presupuesto para disminuir el déficit.
  • Reducir los excedentes monetarios en manos de la población, 11 mil millones de pesos que no tenían contrapartida en mercancías o servicios.
  • Elevar los precios y tarifas de productos y servicios seleccionados.
  • Implantar un nuevo sistema de impuestos.
  • Agilizar el aparato burocrático estatal.
  • Liberalizar la producción y comercialización de los productos agropecuarios.
  • Desincorporar el grueso de las tierras estatales.
  • Liberalizar la tenencia de dólares.
  • Formación de capital a partir de la inversión extranjera.
  • Creación de una segunda economía de la que forman parte los mercados agropecuarios e industriales liberados, el trabajo por cuenta propia, las tiendas de recuperación de divisas y la formación de círculos económicos autónomos.
  • El incremento acelerado del sector turístico que ya aportó en 1999 en ingresos brutos 1816 millones de dólares.
  • Las remesas procedentes de EE.UU. (calculadas en 1000 millones aproximadamente por año).

Dice textualmente el Dr. Larrúa en su trabajo "Un siglo de economía cubana: evolución, desarrollo y perspectivas desde 1898", lo siguiente:

"Sin embargo, muchas de las medidas tomadas parecen medidas a medias o no tocan el fondo del problema. En general, todas las medidas que se ponen en marcha tienen su límite - y su limitación - fijada de antemano: mientras no lleguen a una frontera invisible cuyo traspaso pudiera afectar el modelo social, las medidas y las disposiciones se pondrán en marcha. Más allá de esa frontera no se implantarán.

Lo anterior significa que el cambio y las reformas económicas ya nacen acotadas dentro de ciertos márgenes. De esta forma, los cambios económicos encuentran dificultades para adaptarse a la dinámica de los mundos interno y externo, de los que depende y a cuyos marcos tiene que adaptarse para subsistir. Todo esto quiere decir que las reformas no han concluido".

Esto nos hace pensar que la economía cubana ha estado diseñada, desde siempre, como una economía de guerra irregular y con un nivel de centralización y dirección absolutos. Y que nada ha cambiado más allá de lo que se ha permitido cambiar, sin tener en cuenta, para nada, presiones como el bloqueo o embargo. Por lo tanto esas políticas no promueven cambios, más bien justifican el inmovilismo.

Otro aspecto sobre el que podemos preguntarnos es: ¿Hasta dónde hubieran podido avanzar las reformas económicas comenzadas en la década del '90 si hubieran encontrado un contexto político apropiado, distendido y estimulado?

Algunas opiniones acerca de la sociedad

Nuestra sociedad está en constante interacción entre los que proponemos cambios y los que se oponen a éstos. De entre los argumentos que sostienen los que se afanan en conservar el status quo está el diferendo entre los gobiernos de Cuba y los EE.UU. Tres generaciones han estado entrampadas en este contexto, alrededor del cual giran todos los mecanismos del Estado, las instituciones y los medios de comunicación, y que tienen su centro de gravedad en las políticas liquidacionistas y confrontacionales. Y es tal la magnitud y la dinámica de estos procesos, que margina otro diferendo: el de las autoridades cubanas con el pueblo cubano.

La sociedad cubana está, incuestionablemente, articulada con las instituciones que la rigen en una organicidad más de forma que de contenido, pero que funciona para los intereses del Estado.

Esta sociedad está cada día más estratificada y cada día se van haciendo notar más las diferencias entre estos estratos. Esta situación obliga, para evitar crispaciones sociales, en primer lugar, a la tolerancia, al diálogo, y a la negociación, siempre que éstos no signifiquen o simbolicen la eliminación de contrarios.

Después de 43 años de un sistema que ha transitado por diferentes estadios hacia el interior y que ha estado, desde sus orígenes, enfrascado en una confrontación tenaz contra un adversario poderoso, es complicado y peligroso tratar de producir cambios sin pasar por el establecimiento de la confianza, las garantías y los compromisos productos de las negociaciones; en un proceso que solamente podrá comenzar cuándo no exista nada que se le oponga en la dirección contraria.

Pensamos que hay un sector de la población cubana que flota entre la sobrevivencia y el abandono. Otro, más reducido, que está ajustado a los requerimientos que le imponen las estructuras institucionales del Estado. Y otro, más pequeño aún, que ha establecido un intercambio de influencias y compromiso que lo mantienen autocontrolado. Pero específicamente, la generación más joven está saturada de la superideologización y la rechaza, aunque no lo demuestre formalmente. Y es a esta generación a la cual acuden los dirigentes del Estado para comprometer el futuro inmediato de sucesión revolucionaria. Es esta juventud también, la que más ha sufrido las transformaciones estructurales del Estado en su reconversión económica y política de los últimos tiempos. Y también, la que se encuentra entrampada en el escenario confrontacional de siempre entre el interior y el exterior de la isla.

Existen cifras que llaman la atención y que se deben tener en cuenta: hay un técnico medio por cada 8 trabajadores y un graduado universitario por cada 15; funcionan en Cuba 160 centros de investigación científica y trabajan 1050 ingenieros y científicos por cada millón de habitantes, indicadores que son comparables a los de muchos países desarrollados. La isla cuenta con una fuerza de trabajo bien calificada, sobre todo en ciencias técnicas, naturales y médicas, así como con un considerable potencial científico-técnico.

La juventud, que está bien representada en éstos sectores cualificados de la sociedad, está necesitada de una nueva referencia que no sea la que ha conocido desde siempre, ni la que desde siempre ha identificado con el exterior: una referencia renovada y renovadora, la cual sólo es posible, mediante procesos de diálogos.

Política: reflexiones

La oposición pacífica cubana, que comenzó con una fuerte referencia de entre los grupos defensores de los derechos humanos, atomizada en decenas de pequeñas organizaciones, mostró, por primera vez, sus credenciales ante la opinión pública nacional e internacional, con Concilio Cubano. Pero nunca sabremos qué hubiera pasado en Cuba si el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, el 24 de febrero de 1996, no hubiera extrapolado el escenario de la oposición fuera de la isla.

Después de las conocidas tensiones y represiones, el siguiente acontecimiento importante se situó alrededor de la IX Cumbre de La Habana a finales de 1999. Un año antes, entre el 21 y el 25 de enero de 1998, Su Santidad Juan Pablo II, había visitado la isla en una misión pastoral que marcó un hito en la historia de Cuba, y un antes y un después en el devenir del pueblo cubano.

Antes de la Cumbre, durante y después de ella, la oposición pacífica tomó nuevos aires, las entrevistas con personalidades y mandatarios que concurrieron a la cita de La Habana potenció su reconocimiento por la comunidad internacional e, incluso, de hecho, por el propio gobierno cubano.

Entonces, se produjo el caso del niño Elián González Brotón, y nuevamente se extrapoló el escenario político hacia fuera de Cuba, y comenzó la ya larga "batalla de ideas" que continúa hasta el presente; siempre incentivándose con algún motivo o si no, recreando los pasados.

Ciertamente, es complejo proponer políticas de reconciliación, diálogo y negociación cuando los referentes más poderosos apuntan en otra dirección.

Por otro lado, nos parece poco serio asumir la posición de que es solamente un problema del gobierno cubano, bien en su diferendo con los norteamericanos, o bien con los sectores más radicales del exilio. Esas políticas sí tienen que ver con nosotros, los opositores pacíficos cubanos y, en nuestra opinión, son las que nos mantienen atrapados. Las últimas referencias son todas paralizantes. Desde los intentos de sabotaje y atentado en Panamá, hasta los acontecimientos en la Embajada de Cuba en Caracas durante el frustrado golpe de estado del pasado 11 de abril en Venezuela. Y más recientemente aún, durante la preparación de la visita del ex presidente Carter a La Habana, las acusaciones hechas al gobierno cubano por el norteamericano, de fabricar armas bacteriológicas y transferir tecnologías para producir éstas a países enemigos de los EE.UU.

Todo esto es un poco de historia reciente, pero es importante tenerlo en cuenta para analizar y reflexionar sobre el presente y el futuro.

En nuestra opinión, el cambio o la renovación pasa, necesariamente, por la negociación. Y debemos trabajar por crear los climas de confianza imprescindibles para que ésta sea viable. La política de intercambios, concesiones mutuas y puertas abiertas crean condiciones favorables y propician la distensión y la tolerancia.

Los proyectos en los cuales no participen en su consenso todos los factores implicados de la sociedad y, más aún aquellos que tengan referencias o se asemejen a otros propuestos por fuentes confrontacionales (foráneas o no), probablemente no tendrán muchas posibilidades de éxito.

El exilio y sus organizaciones moderadas tienen mucho aún que aportar para que se establezcan los puentes de confianza necesarios. Si importante ha sido para la oposición pacífica al interior de Cuba la unidad en determinados momentos, esta unidad es una tarea imprescindible para las organizaciones moderadas de la diáspora. Sólo con el trabajo común en la dirección positiva para la verdadera reconciliación de la nación cubana con todos y para todos, será posible acercar el futuro.

firma

Rafael León Rodríguez
Coordinador General