Mensaje a la XII Asamblea General de la Internacional Demócrata Cristiana

La Habana, 10 de Noviembre de 1998.

Distinguidos participantes a la XII Asamblea General de la Internacional Demócrata Cristiana.

Estimados amigos:

Ante todo queremos enviarles un afectuoso saludo con nuestros mejores deseos de éxitos en los resultados de la XII Asamblea General.

Lamentamos no poder acompañarlos en la realización de tan importante evento de los democratacristianos del mundo donde, seguramente, hubiéramos obtenido experiencias y relaciones importantes para el devenir de nuestra actividad política.

Como somos opositores pacíficos en un país unipartidista, monocromático y totalitario, con una economía especial para un período que han llamado "especial" y que se nos ocurre nombrar neocomunismo de mercado, no nos es posible, sin el apoyo generoso y solidario del exterior, amén del beneplácito del gobierno cubano, viajar fuera de nuestro país y regresar al mismo.

Es cierto que el caso Cuba por añejo, mimético y anacrónico, generalmente no es bien comprendido fuera de nuestro contexto en todo su intríngulis particular y enajenante.

En los últimos tiempos, con mayor énfasis después de la visita del Santo Padre Juan Pablo II a nuestro país, el gobierno cubano ha dado paso a una política de apertura al exterior en un esfuerzo que consideramos legítimo por insertarse en la economía mundial, esfuerzo que ha recibido el apoyo de la mayoría de la comunidad internacional.

Lamentablemente, hasta el presente, esta política del gobierno cubano no se traduce en una apertura hacia dentro de nuestra sociedad, y a nuestro pueblo se le mantiene marginado de la actividad económica de mercado, siendo ésta exclusiva de los representantes del Estado y de los inversionistas extranjeros, creando no sólo privilegios para unos pocos, sino violaciones de los derechos de las mayorías.

El respeto a los derechos económicos, sociales y políticos aún siguen sin reconocerse de hecho, y la intención deseada de una economía social de mercado en una verdadera democracia participativa, continúa siendo una añorada quimera.

La oposición pacífica, aunque tolerada a veces en incierta medida, se mantiene proscripta y en las cárceles aún continúan, tratando de sobrevivir, prisioneros de conciencia, sin otra causa que la de expresar libremente sus opiniones.

El gobierno cubano articula su discurso entre verdades y medias verdades, atrincherándose en el real y centenario diferendo Cuba-EE.UU. para justificar su inmovilismo, ignorando todas las iniciativas de la oposición pacífica moderada hacia el diálogo y la reconciliación nacional, esgrimiendo la necesidad de la unidad nacional a partir de la uniformidad y no de la necesaria y consensuada diversidad.

A pesar de este panorama actual, estamos convencidos que en la medida que Cuba se integre a la comunidad internacional, tanto en los organismos regionales como mundiales en pleno ejercicio de deberes y derechos, y cesen las políticas de bloqueo y hostigamiento, la inevitable transición pacífica hacia la democracia se acelerará quiéranlo o no los fundamentalistas de izquierda o derecha; reciclados o no.

En nuestra opinión los democristianos, y muy en especial la Internacional Demócrata Cristiana, pueden y deben jugar un papel más activo y tener una presencia más tangible en este proceso de transición que ya comenzó y que necesita de la solidaridad y la salvaguarda de todas las fuerzas pacíficas demócratas y cristianas del mundo para garantizar que un día no lejano, pueda al fin, regresar a Cuba la esperanza.

Con nuestro compromiso fraternal,

firma

Rafael León Rodríguez
Coordinador General